Se anuncia la presencia de más de 3.000 disfrazados, entre diablos, bailadores y carishinas.
Del primero al 6 de enero de 2018 se revivirá, una vez más, una tradición ancestral en Píllaro, con el desfile de decenas de diablos que bailan al son de las bandas de pueblo y asustan a los observadores.
La ‘Diablada de Píllaro’ es una celebración popular heredada de los ancestros indígenas que, según cuenta la historia, en la época colonial se disfrazaban de diablos en repudio a las prédicas sacerdotales al maltrato físico, sicológico, económico y moral que recibían de los españoles.
“No es un culto al diablo… Más bien aprovechamos a este personaje para disfrutar de la llegada de un nuevo año”, menciona Ítalo Espín, un diablo más, constructor de las máscaras que usan en estas fechas y propietario del museo denominado La Memoria Insurgente del Diablo’.
Los personajes de la fiesta
Si bien los diablos son los principales personajes de la fiesta pillareña, también les acompañan las guarichas o carishinas, que son hombres vestidos de mujer encargados de divertir al público con bromas y repartir licor; y las parejas de línea, que bailan al ritmo de la banda que acompaña el desfile y que representan a los hacendados.
Los disfrazados llegarán desde las comunidades que conforman Píllaro y cada una de ellas tienen dos días para participar con su comparsa. Tradicionalmente los diablos visten un pantaloncillo rojo que va hasta la rodilla con flequillos dorados a los filos, blusa o capa roja con filos bordados y flecos dorados, medias rojas y zapatillas, pero la máscara es lo más importante.
Son elaboradas artesanalmente. Están adornadas con cuernos y dientes de diferentes animales como cabras, venados, corderos o toros; se les da colorido en varias tonalidades sobresaliendo el negro y rojo.
El museo del diablo
En la casa de Ítalo Espín, en Píllaro, hay máscaras desde la década del 50 del siglo XX y otras más de su creación y también de artesanos locales que previamente se usaron en la diablada y que hoy cuelgan en las paredes.
La bienvenida da una máscara de aproximadamente 2 metros de alto pintada con colores rojo y negro. Ya en el interior se aprecia cómo el trabajo de los artesanos y diablos ha ido mejorando con el paso de los años.
La mayoría de máscaras, confeccionadas con la técnica de papel engomado, tienen cachos y colmillos, ceño fruncido, pómulos puntiagudos y mentón pronunciado. (CM)