De la dominación al femicidio

SANTIAGO BRAVO SÁNCHEZ

La dominación se vincula al poder ejercido dentro de las relaciones sociales que están condicionadas por la realidad y los contextos de las personas. Es así que, esta se presenta de forma funcional y permanente, creando un sistema que naturaliza este ejercicio de mando sobre un «otro».

En nuestra sociedad occidental, el patriarcado es el molde que da forma y que legitima este poder. Por lo tanto, crea un arquetipo masculino que domina y que según Bourdieu, no requiere justificación porque es el «ser y estar» del sujeto hegemónico. Es decir, el que ejerce el poder y que es manifestado desde las costumbres y discursos que lo enuncian.

Además, la división sexual del mundo es vista y asimilada como «natural», como lo normal. De esta forma, se crea un sistema de categorías de percepción, pensamiento y acción condicionantes. En donde, el hombre se construye como el sujeto dominante y universal que expresa valores, virtudes y deberes propios de esta masculinidad. Destacando la violencia heroica, pero sobre todo, la potencia sexual.

Este mandato y modelo hegemónico es, según Segato, la primera y permanente pedagogía de dominación que enraíza y normaliza en las personas una violencia patriarcal caracterizada por la misoginia y repudio a lo débil. Entonces, el ejercicio de opresión se da no solo entre hombres, sino que se direcciona hacia las mujeres.

De esta forma, imprime un carácter de «dueñidad» hacia el cuerpo de la mujer. Es decir, crea un sentido de pertenencia que desemboca en un control a través de distintas formas de disciplinamiento. Entonces, la dominación es el resultado del ejercicio del poder y la violencia es la estrategia, siendo el femicidio su expresión más extrema.

[email protected]

SANTIAGO BRAVO SÁNCHEZ

La dominación se vincula al poder ejercido dentro de las relaciones sociales que están condicionadas por la realidad y los contextos de las personas. Es así que, esta se presenta de forma funcional y permanente, creando un sistema que naturaliza este ejercicio de mando sobre un «otro».

En nuestra sociedad occidental, el patriarcado es el molde que da forma y que legitima este poder. Por lo tanto, crea un arquetipo masculino que domina y que según Bourdieu, no requiere justificación porque es el «ser y estar» del sujeto hegemónico. Es decir, el que ejerce el poder y que es manifestado desde las costumbres y discursos que lo enuncian.

Además, la división sexual del mundo es vista y asimilada como «natural», como lo normal. De esta forma, se crea un sistema de categorías de percepción, pensamiento y acción condicionantes. En donde, el hombre se construye como el sujeto dominante y universal que expresa valores, virtudes y deberes propios de esta masculinidad. Destacando la violencia heroica, pero sobre todo, la potencia sexual.

Este mandato y modelo hegemónico es, según Segato, la primera y permanente pedagogía de dominación que enraíza y normaliza en las personas una violencia patriarcal caracterizada por la misoginia y repudio a lo débil. Entonces, el ejercicio de opresión se da no solo entre hombres, sino que se direcciona hacia las mujeres.

De esta forma, imprime un carácter de «dueñidad» hacia el cuerpo de la mujer. Es decir, crea un sentido de pertenencia que desemboca en un control a través de distintas formas de disciplinamiento. Entonces, la dominación es el resultado del ejercicio del poder y la violencia es la estrategia, siendo el femicidio su expresión más extrema.

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La dominación se vincula al poder ejercido dentro de las relaciones sociales que están condicionadas por la realidad y los contextos de las personas. Es así que, esta se presenta de forma funcional y permanente, creando un sistema que naturaliza este ejercicio de mando sobre un «otro».

En nuestra sociedad occidental, el patriarcado es el molde que da forma y que legitima este poder. Por lo tanto, crea un arquetipo masculino que domina y que según Bourdieu, no requiere justificación porque es el «ser y estar» del sujeto hegemónico. Es decir, el que ejerce el poder y que es manifestado desde las costumbres y discursos que lo enuncian.

Además, la división sexual del mundo es vista y asimilada como «natural», como lo normal. De esta forma, se crea un sistema de categorías de percepción, pensamiento y acción condicionantes. En donde, el hombre se construye como el sujeto dominante y universal que expresa valores, virtudes y deberes propios de esta masculinidad. Destacando la violencia heroica, pero sobre todo, la potencia sexual.

Este mandato y modelo hegemónico es, según Segato, la primera y permanente pedagogía de dominación que enraíza y normaliza en las personas una violencia patriarcal caracterizada por la misoginia y repudio a lo débil. Entonces, el ejercicio de opresión se da no solo entre hombres, sino que se direcciona hacia las mujeres.

De esta forma, imprime un carácter de «dueñidad» hacia el cuerpo de la mujer. Es decir, crea un sentido de pertenencia que desemboca en un control a través de distintas formas de disciplinamiento. Entonces, la dominación es el resultado del ejercicio del poder y la violencia es la estrategia, siendo el femicidio su expresión más extrema.

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La dominación se vincula al poder ejercido dentro de las relaciones sociales que están condicionadas por la realidad y los contextos de las personas. Es así que, esta se presenta de forma funcional y permanente, creando un sistema que naturaliza este ejercicio de mando sobre un «otro».

En nuestra sociedad occidental, el patriarcado es el molde que da forma y que legitima este poder. Por lo tanto, crea un arquetipo masculino que domina y que según Bourdieu, no requiere justificación porque es el «ser y estar» del sujeto hegemónico. Es decir, el que ejerce el poder y que es manifestado desde las costumbres y discursos que lo enuncian.

Además, la división sexual del mundo es vista y asimilada como «natural», como lo normal. De esta forma, se crea un sistema de categorías de percepción, pensamiento y acción condicionantes. En donde, el hombre se construye como el sujeto dominante y universal que expresa valores, virtudes y deberes propios de esta masculinidad. Destacando la violencia heroica, pero sobre todo, la potencia sexual.

Este mandato y modelo hegemónico es, según Segato, la primera y permanente pedagogía de dominación que enraíza y normaliza en las personas una violencia patriarcal caracterizada por la misoginia y repudio a lo débil. Entonces, el ejercicio de opresión se da no solo entre hombres, sino que se direcciona hacia las mujeres.

De esta forma, imprime un carácter de «dueñidad» hacia el cuerpo de la mujer. Es decir, crea un sentido de pertenencia que desemboca en un control a través de distintas formas de disciplinamiento. Entonces, la dominación es el resultado del ejercicio del poder y la violencia es la estrategia, siendo el femicidio su expresión más extrema.

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