Por: ANA VERA SOLÓRZANO
Desde hace algunos meses, mi hijo Martín (10 años) insiste en que es necesario cambiar la escuela. Dos son sus planteamientos. El primero que la escuela debe trabajar solo 4 días a la semana y no cinco y que solo deberían recibir 4 horas de clases y no seis. La respuesta al ¿por qué? Casi siempre son las mismas: es aburrida y es escaso el tiempo para el juego.
Su insistencia en el cambio de la rutina escolar, me ha hecho reflexionar sobre lo poco o nada que aporta la escuela al desarrollo de los chicos en los tiempos actuales. En el tiempo de antes los maestros concentraban el conocimiento y en muchos casos eran verdaderos sabios. Sin la presencia de internet, computadora y mundo globalizado; el papel que jugaba el maestro era fundamental.
Hoy la presencia de las TIC y la popularización del conocimiento a través de estos medios; en las áreas que uno quiera conocer: lenguaje, ciencias naturales, ciencias sociales, matemáticas, filosofía nos hace reflexionar sobre el papel de la escuela en la formación de los chicos. La presencia de las TIC demanda de maestros cada vez más preparados, con más experticia y conocimiento, de lo contrario los chicos terminan rebasando a los maestros.
Lo cierto es que la escuela no ha logrado innovar el proceso de enseñanza. Y eso va de la mano no solo con las metodologías sino también va de la mano con la infraestructura que debe acoplarse a los cambios tecnológicos. Cuántas décadas deberán pasar para que exista una verdadera revolución en la educación que cambie las tradicionales formas de enseñanza hoy caducas ya. Tal vez los planteamientos de Martín no sean tan descabellados; ojalá y tenga la dicha de participar de análisis que repiensen la carga escolar en horas y días.