‘Trilogía de Nueva York’: juego de identidades

Escritor. Sus textos han sido traducidos a más de 40 idiomas. (Foto: EFE)
Escritor. Sus textos han sido traducidos a más de 40 idiomas. (Foto: EFE)

Karla Jaramillo Puertas

Leer la ‘Trilogía de Nueva York’, del escritor estadounidense Paul Auster (1947), significa caer en el juego de identidades de los protagonistas en donde la narrativa es tomada como un pretexto para reflexionar sobre diversas temáticas o, simplemente, para contar historias dentro de otras.

La obra se compone de tres relatos: ‘Ciudad de cristal’, ‘Fantasmas’ y ‘La habitación cerrada’, que fueron publicados de manera independiente entre 1985 y 1987. Se los puede leer por separado, lo cual tiene su encanto.

Sin embargo, al unirlos en un solo libro, la genialidad y fascinación es deslumbrante. Se trata del mismo protagonista, pero son historias contadas desde diferentes ángulos. Durante cada relato, el lector va descubriendo o, mejor dicho, va armando un rompecabezas, que al parecer no tiene mucho sentido ya que crea confusión y, de cierta manera, desazón.

Lo rico de su lectura, y demostrando su talento narrativo, al término de ‘La habitación cerrada’ se unen las piezas clave para entender las anteriores: allí es donde radica el éxito de la novela.

Referencias

Auster, al igual que muchos literatos, recurre a su vida personal para colocarla como elemento narrativo, tanto literal o trastocándolos en algo.

Es así que Daniel Quinn, protagonista de ‘Ciudad de Cristal’, resulta ser un escritor a quien se le murió su hijo, lo que se convierte en unn reflejo de cuando el autor perdió a su padre. Por su parte, Fanshawe en ‘La habitación cerrada’ se dedica a los oficios de marino en un buque petrolero, cuidador de una finca y traductor literario, algo que sí ejecutó Auster en distintos periodos de su vida.

El escritor aborda al apartado bíblico de ‘La Torre de Babel’, episodio que explicaría el punto de origen de los distintos idiomas, para ubicar el recorrido de Peter Stillman, un viejito senil que diariamente camina por las calles recolectando objetos. En el trayecto da el origen de cada palabra que, en conjunto, forman la frase ‘The Tower of Babel’. Este contexto le permite contar varias teorías de su edificación.

Una de ellas, sostiene, que se “veía la torre como un desafío a Dios. Nemrod, el primer gobernante de todo el mundo, fue designado como arquitecto de la torre. Babel iba a ser un templo que simbolizase la universalidad de su poder”. De ahí que se afirme que: “Dios la atacó de dos maneras distintas para convencer al hombre de que la destrucción era un castigo divino y no el resultado del azar”.

Relatos. En la obra se reúnen ‘Ciudad de cristal’, ‘Fantasmas’ y ‘La habitación cerrada’.
Relatos. En la obra se reúnen ‘Ciudad de cristal’, ‘Fantasmas’ y ‘La habitación cerrada’.

Se detalla que los ladrillos eran el principal material de construcción para la torre y que “se volvieron más valiosos que las personas”, como efectivamente se cita en Génesis 11: “vamos a hacer ladrillos y cocerlos al fuego. El ladrillo reemplazó la piedra y el alquitrán les sirvió de mezcla”.
Más temas

Otra temática que aborda es el uso de las palabras. Recurre nuevamente al protagonista Peter Stillman para llevar a cabo su experimento de rebautizar las palabras con otro nombre. Toma como ejemplo un paraguas que dejó de cumplir su función y se interroga: “¿Es posible continuar llamando a ese objeto un paraguas? como máximo dirán que el paraguas está roto. Para mí eso es un serio error, la fuente de todos nuestros problemas. Puesto que ya no cumple su función”.

De este hecho, se reflexiona no solo en lo invivible que podría ser un mundo sin adjetivos (bonito, rojo, grande) y que en vez de ello se deba utilizar otra palabra. ¿Se imaginan? Pero lo más importante es que el escritor nos adentra, sin darnos cuenta, en la mente de un desquiciado. Nos invita a introducirnos en su razonamiento ya que para el anciano su misión era trascendental porque cambiaría el mundo.

El también ganador del Premio Princesa de Asturias de las Letras (2006) también utiliza nombres de colores para sus personajes menos relevantes, pues los verdaderos protagonistas no son ellos sino las cavilaciones que tienen. Esto, por ejemplo, se evidencia en ‘Fantasmas’.

‘La habitación cerrada’ presenta una linealidad en su relato al poner en escena a ‘la esposa de su mejor amigo’, quien se contacta con ‘él’ (el protagonista no tiene ni nombre ni apellido) para un encargo de su marido desparecido hace meses atrás. Situación que termina en matrimonio. Hasta que eso suceda se revelan una serie de acontecimientos clave para entender y enlazar a todas las historias.

De esta manera, los tres relatos giran a partir de una llamada. Todos terminan involucrados en la vida de otros como el caso del escritor que se hace pasar por detective o el detective que termina siendo perseguido, hasta que nadie resulta artífice de su propio destino.

Finalmente, Auster propone un juego donde la empatía resulta primordial, donde la alteridad da paso a que el lector se ponga en los zapatos de un desquiciado, así como en los pies de alguien que parece tener una vida normal, para develar más aproximaciones que diferencias. Se trata de narraciones que parecen inverosímiles, pero que resultan cotidianas.

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Trilogía. Los textos se publicaron por separado a mediados de los 80’.
Trilogía. Los textos se publicaron por separado a mediados de los 80’.

Bibliografía
Seleccionada

° ‘El palacio de la Luna’

° ‘Leviatán’

° ‘El libro de las ilusiones’

° ‘La noche del oráculo’

° ‘ Un hombre en la oscuridad’

° ‘4, 3, 2, 1’

Perfil
Paul Auster

° Escritor, guinista y director de cine estadounidense (Newark, 1947). Caracterizado por una obra de corte absurdista y existencial, ha recibido múltiples reconocmientos como el Premio Médicis, por ‘Leviatán’ (1993); Caballero de las Artes y de las Letras de Francia (1992); Independent Spirit Award, por ‘Smoke’ (1995); Premio Príncipe de Asturias de las Letras (2006), entre otras distinciones.