‘Todo se convierte en espectáculo’

Mexicano. Ganador del Premio Alfaguara 2018, presentó su novela en Ecuador.
Mexicano. Ganador del Premio Alfaguara 2018, presentó su novela en Ecuador.

DAMIÁN DE LA TORRE AYORA

La historia del caso del mexicano Israel Vallarta (aún sin condena por más de 10 años de encarcelamiento) y de la francesa Florence Cassez (sentenciada a 60 años y detenida por 8) –ambos acusados de secuestro y crimen organizado- llenan las páginas de ‘Una novela criminal’, de Jorge Volpi.

La obra fue la acreedora del Premio Alfaguara, tras el fallo de un jurado presidido por Fernando Savater. En ella se evidencian las inconsistencias legales por parte del aparato de justicia, así como el abuso de poder de la Policía y la manipulación de los medios sobre la historia.

El caso Cassez tuvo su revuelo y produjo un conflicto diplomático entre México y Francia, donde los expresidentes Felipe Calderón y Nicolas Sarkozy terminaron enfrentados.

Volpi llegó a Ecuador para presentar su novela “de no ficción”. Lo primero que salta a la mesa, es el conocer cómo fue construyendo la historia de la misma, considerando su volumen y que entrevistas clave, como a la de Florence (4 de marzo de 2017) o su primer encuentro con Israel (14 de diciembre de 2016), ocurrieron a poco tiempo de obtener el galardón.

Jorge, ¿cómo fuiste construyendo el libro, considerando tu charla tan cercana con Israel?

En sí, llevo escribiendo el libro como tres años. Cuando me entrevisto con Israel, yo ya había leído todo su expediente que para mí era importante porque sentía que debía ir por pasos. Mi aproximación empieza tras haber leído el extraordinario libro de Emmanuelle Steels, ‘El teatro del engaño’. A partir de ahí me contacto con Emmanuelle, quien me contacta con la familia de Israel, con quien tuve un largo proceso para que aceptaran el que pueda visitarlo.

En ese encuentro tratas de dejar la empatía por sobre quien escribes, ¿costó alejarse de alguien a quien consideras inocente?

Yo nunca digo claramente que Israel sea inocente…
Tienes razón, en ese encuentro le dices que ‘estás convencido de que debería estar libre’…

Es que a mí no me corresponde decir si es culpable o no. El libro, lo que deja en claro, es que de lo que se le acusa en ese momento no ocurrió así. Y si no ocurrió así, debió aplicársele el beneficio de presunción de la inocencia, que es un poco distinto. Ahora, es imposible no generar cierta empatía, aunque más que con Israel uno termina acercándose más a su familia. Sin embargo, intenté hacer lo posible para que eso no se notara: siempre traté de ser lo más objetivo posible.

El libro maneja una tensión permanente. Si en algo te asemejas a Israel es en mantener una dosis de humor negro. ¿Cómo dosificar ese humor?

Efectivamente, es una novela que tiene muy pocos momentos para el humor. La historia es tan terrible que se presta para muy pocos chistes…

Como el del elefante que afirma ser conejo al ser atrapado por la Policía mexicana…

De hecho, me parece que ese es el único chiste que me permito contar, porque es tan gráfico para representar cómo funciona la Policía mexicana. Hay otros momentos de humor que son contados por Israel, pero siento que estos momentos salieron a lo natural porque te los va dando la historia misma.

¿La literatura cuenta lo que al periodismo no le alcanza?

Efectivamente, de alguna manera es así. ¿Qué hace una novela sin ficción? Pues contar los hechos no como ocurrieron, posiblemente eso nunca lo sepamos, pero al menos como te lo cuenten los protagonistas. Los márgenes son los mismos que los del periodismo, pero, para responder algunas lagunas, sí apelas a algo de ficción para tratar de explicar y entender lo que no te dan los puros testimonios. Eso sí, cuando sucede, los aclaras a cada momento para que no se confunda con la realidad.

La justicia no es solo ciega, además tiene la fuerza suficiente de pegar fuerte y destrozar a la inocencia cuando se quita la venda…

Pues en este caso, sí. Lo primero que hay que cuestionar en esta historia es el aparato de justicia y a la Policía. En vez de que el expediente sirva para encontrar la verdad, sirvió para ocultarla. Quienes debían esclarecer la verdad se dedicaron a crear “verdades” alternativas.

¿Crees en la justicia?

Más que creer en la justicia, pienso que hay que luchar por ella.

¿Sientes que el libro puede ayudar a Israel?

Me gustaría que sí, y siento que ha empezado a ocurrir porque tras la publicación ya hubo una reunión entre la hermana de Israel y Agustín Acosta, quien fue abogado de Florance, para crear un grupo para asesorarlo.

¿Israel todavía no debe haber leído el libro?

Es que es sumamente difícil. No es sencillo entregar este material en una prisión de alta seguridad.

¿Y Florance?

Sí, ella me dijo que ya lo había recibido y que siempre le resultaba extraño verse en un libro.

¿Cuál fue su opinión cuando evidencias los errores que ellos cometieron?

Hay que entender que se hace un libro desde el lado más humano que se pudo. Al hacer un retrato, hay que entender que nadie es perfecto.

¿Qué sientes de vivir en un país donde los medios de comunicación no solo montan un arresto, sino que pueden ser capaces de poner a una especie de ‘Ken’ como presidente, que vive un cuento de hadas con una princesa de la TV?

Bueno, ese es uno de los lados terribles de mi país, pero esa realidad también la comparten muchos países. Estamos en una sociedad donde todo se convierte en espectáculo, hasta la política y la justicia, lo que hace que los medios de comunicación tengan un poder enorme, donde en vez de servir para buscar la verdad terminan tergiversándola.

¿También hay periodistas comprometidos?

Es que hay medios y medios…

Digamos que hay medios y extremos…

Pues sí (es el único momento donde deja escapar una leve carcajada). Es curioso lo de Televisa, porque si te fijas, en uno de sus programas se monta el arresto, mientras que otra área es la que se da cuenta y cuestiona el montaje.

Tus libros han gozado de aceptación, es como si fueran cada jugada para decir que eres un ‘crack’ de las letras…

No sé. He tenido distintos momentos narrativos y siempre he tratado de hacer cosas distintas porque no me gusta conformarme con ningún tipo de libro. Este, por ejemplo, es el libro donde más me aproximo a la realidad.

¿Te consideras un ‘crack’?

Bueno, fui parte de un grupo con ese nombre, que fue muy importante para mí, pero que dejó de ser grupo tras la muerte de (Ignacio) Nacho Padilla. Eso sí, sigo siendo muy amigo de los demás.

Parecería que no descansas. ¿Cuáles son tus nuevos proyectos?

Pues ahora sí descanso. Este año, desde antes de saber lo del premio, me propuse no hacer nada, pues llego a los 50 años y decidí que no iba a escribir nada. La idea es que quiero darme un tiempo para aprender a ‘desescribir’.

Perfil
Jorge Volpi

Escritor mexicano (1968). Formó parte de la Generación del ‘crack’. Ha incursionado en cuento, novela y ensayo. Entre sus títulos destacan las novelas ‘En busca de Klingsor’ (Premio Biblioteca Breve y Deux-Océans-Grinzane Cavour) y ‘La tejedora de sombras’ (Premio Planeta-Casa de América), y el ensayo ‘Mentiras contagiosas’ (Premio Mazatlán al mejor libro, en 2008). Actualmente es coordinador de Difusión Cultural de la UNAM.