‘El Arlequín’, dardos con humor

Susana Freire García ·

El 5 de diciembre de 1915 hizo su irrupción en Quito, un semanario humorístico-festivo denominado ‘El Arlequín’, dirigido por Francisco Andrade Marín y Carlos H. Endara.

En el editorial ‘Arlequín saluda’, sus creadores dejaron en claro su línea periodística: “¿Sabéis lo que es un arlequín, lo que él representa, lo que él simboliza? Es el personaje de la comedia; un bohemio que canta y dice la verdad riendo; (…) que olvida sus secretos dolores para complacer a un público a veces indiferente, a veces feroz, pero siempre descontentadizo (…) Y como Arlequín es alegre y representa la juventud espumante que comprende vida y obra porque sí (…) tendrá que abandonar la vasta sala del festín y buscar la compañía a su exigua farándula”.

Con esta introducción resulta obvio que el humor iba a ser la herramienta para tratar varios temas “incómodos” con el afán de evidenciar los problemas sociales que acuciaban al Quito de principios del siglo XX.

Y fue así que, en el ejemplar Nº1, los dardos de ‘El Arlequín’ se clavaron contra ciertos medios de prensa, intelectuales y periodistas que, según Andrade y Endara, eran los causantes de que la sociedad vegete en Quito.

Propuesta

Con gran ironía se burlaron de cenáculos como la Sociedad de Estudios Jurídicos, cuyos miembros organizaban conferencias para debatir temas como ‘El honor de la mujer’, sin contar con la presencia de las damas en el evento; o ‘Los abogados se mueren de hambre’, entre otros asuntos.

Otros que recibieron su parte fueron los integrantes de la Comisión del Concejo Capitalino, quienes asistieron a Guayaquil por las fiestas octubrinas de 1915 y disfrutaron de todos los placeres festivos, mismos que traducidos al estilo irónico de ‘El Arlequín’ decía así: “La Comisión del Concejo Municipal de Quito a las fiestas octubrinas, ha presentado el informe de lo que vio, conoció, comió, bailó, paseó, conversó, jugó, durmió, enamoró, río, lloró, gastó, se endeudó y hasta se emborrachó (…) y no puede ser de otro modo porque barriga llena corazón contento”.

Que continúa: “Y parece que saciada el hambre, los hombres se vuelven más inteligentes por el asunto que nos ocupa (…) los señores Concejeros de Quito, en vez de sufrir indigestiones, sus panzas agradecidas les han dado ribetes literarios ¿Habéis leído el informe? Arte puro (…) y solo después de mucho literaturizar los señores ediles entran en “materia”, y avisan que apostaron en las carreras, que se divirtieron en el teatro (…) que se emborracharon con champaña (…) y que aún se quedaron tres días más para seguir representando al Municipio, es decir al pueblo quiteño”.

Idea. Francisco Andrade Marín fue uno de los fundadores.
Idea. Francisco Andrade Marín fue uno de los fundadores.

Con esta clase de cuestionamientos, las críticas no se hicieron esperar, tanto que en el ejemplar Nº2 (24 de diciembre de 1915), Endara y Andrade Marín dieron a conocer los motivos por los cuales se despedían: “Un grave insulto a la sociedad hubiera constituido el suponer siquiera que podía vivir autónomo, aquí este periódico que ha tenido por lema no calumniar, ni insultar envileciendo a nadie (…) Es cierto eso sí, que descontamos el medio en el que íbamos a actuar, olvidando que vivíamos en el país de la primavera perpetua, de la armonía política, del equilibrio social (…) en el país plácido de la vagancia, de la indiferencia, de la moralidad, y del chullismo petulante, elevados a sistema de vida; en el vientre de esta democracia habitada por caníbales de levita”.

Reaparición

Sin embargo, y contra todo pronóstico, el semanario reapareció el 7 de febrero de 1916 y, lejos de bajar la guardia, sus creadores dieron cabida a intelectuales transgresores para la época como Ernesto Noboa y Caamaño, Guillermo Bustamante, José A. Falconí, José María Egas, Medardo Ángel Silva, entre otros.

El uso de la sátira llegó a su punto cumbre con notas como: “La gran arquería que sostiene el edificio de la Compañía de Jesús, cansada de resistir tan enorme peso sobre sus hombros, ha decidido derrumbarse con toda la ‘trouppe’. Lo que no hacen las autoridades, hace la naturaleza”.

Así como otras publicaciones, como la recomendada específicamente a los socios del Club Pichincha: “Los miembros de la Juventud Literaria, que en uno de estos días van a realizar una fiesta nocturna, en celebración de haber arrendado un hermoso departamento en el Pasaje Royal, desean anunciar que compran o alquilan: ternos de frac, smoking y hasta de levita; escarpines, medias de seda, puños, pañuelos de lino (…) y solo en alquiler por doce horas: anillos, prendedores, leopoldinas, relojes y en general joyas de buen tono. Se garantiza la devolución de los objetos. El Presidente de la Sociedad Protectora de los Literatos Jurídicos”.

Y así ‘El Arlequín’ siguió haciendo de las suyas a través de sus páginas hasta el 2 de abril de 1916, sin que sus creadores diesen explicaciones por su abrupta desaparición.

No es difícil entender los motivos, ya que hoy como ayer la verdad dicha de cualquier manera causa resquemor. Claro que nunca está por demás la ironía de un Arlequín para sacudirnos del marasmo y la desidia, con el fin de seguir apostando por tantas quimeras que reposan aún, en las inquietas montañas quiteñas…

[email protected]

Publicación. ‘El Arlequín’ del 5 de diciembre de 1915.
Publicación. ‘El Arlequín’ del 5 de diciembre de 1915.