¿Y entonces?

Se aprestan los movimientos y partidos a participar en la campaña que culminará en las elecciones seccionales. Saben lo que no se debe hacer, pero aun así lo siguen haciendo de la manera como la aprendieron en los diez años de correísmo. Se sabe qué no debemos hacer en la economía y en el manejo de la sociedad, como en la educación, la salud, la seguridad y en el manejo eficiente de los gobiernos locales.

Sufrimos gobiernos autoritarios y violentos de una irracionalidad delirante y fanática, afincada en tabúes, intolerancia, temores ancestrales e ignorancia. Desgraciadamente, el despilfarro, la imprevisión, el desempleo, la violencia intrafamiliar y social, una educación ineficiente y mediocres servicios de salud y la corrupción proyectan sus sombras sobre candidatos y electores.

Hay demasiadas falencias e injusticias sociales, heridas abiertas que habrá que comenzar a cerrar desde lo local. Transitar de lo deseado a lo posible y de lo posible a lo real requiere de sacrificios, en particular de aquellos que no tienen por costumbre sacrificarse por la mayoría. Las elecciones, sin embargo, no son un seguro a todo riesgo contra esas tragedias. No son una “varita mágica”.

Buenos contra malos, capaces e incapaces, el miedo y una evocación sesgada y manipuladora del pasado no son suficientes para ganar votos. Se requiere, como nunca antes, desterrar la demagogia y hacer aterrizar a los votantes en la realidad de cada cantón y de cada municipio, de cada ciudad y provincia. La democracia se distingue de otros sistemas políticos en que su enemigo está dentro de ella misma.


La política es la conducción de los asuntos públicos para el provecho de los particulares”. Ambrose Bierce. Escritor estadounidense (1842-1914)Las convicciones políticas son como la virginidad: una vez perdidas, no vuelven a recobrarse”. Francisco Pi y Margall. Político español (1824-1901)