Xenofobia

Jaime Vintimilla

La fobia a los extranjeros se ha convertido en un tema recurrente. Ahora le ha tocado el turno a Ecuador, pues por diversas razones jurídicas, económicas y políticas se ha transformado en un destino para muchos ciudadanos de países variopintos, cercanos y lejanos. Desde hace unos cinco años escuchamos diversos idiomas y convivimos con distintas culturas.

Esta situación no debería de preocuparnos, más aún cuando tenemos en vigencia una constitución garantista que tiene varias normas que prescriben la defensa de los derechos de los extranjeros y es más donde conforme al artículo 416.6 se propugna “el principio de la ciudadanía universal, la libre movilidad de todos los habitantes del planeta y el progresivo fin de la condición de extranjero como elemento transformador de las relaciones desiguales entre los países, especialmente Norte-Sur”.

Por otra parte, el artículo 11 de la carta constitucional establece varios principios que son vitales para el ejercicio y la defensa de los derechos constitucionales. Entre ellos destaca el hecho de que todas las personas son iguales y gozan de los mismos derechos, deberes y oportunidades, en consecuencia nadie podrá ser discriminado, entre otras razones, por etnia, lugar de nacimiento, identidad cultural, condición migratoria, diferencia física, ni por cualquier otra distinción que se oriente a menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio de los derechos.

Sumado a esta realidad jurídica no se debe omitir que durante décadas el Ecuador ha sufrido, como todavía sufre, un fenómeno lacerante de emigración. Hoy día esta realidad contrasta con la inmigración debida a razones económicas, sociales o políticas.

Es aquí donde precisamente debe sobrevivir la memoria colectiva para no olvidar los casos negativos de xenofobia que han debido soportar los ecuatorianos en el exterior.

Es momento de abrir los brazos a la diferencia para que una mínima empatía pueda frenar episodios indeseables de xenofobia. No solo las normas nos compelen a respetar derechos, urge recordar que la comprensión del otro es la dignidad.

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