Su raíz y su razón

En el presidente Correa es habitual echar mano al insulto y la descalificación de sus críticos o de sus adversarios. Fue su arma de elección para generar en la sociedad la polarización, el encono y la censura. También fue secundado por un ejército de servidores públicos que va perdiendo generales, pero cuya tropa sigue respondiendo a fieles mandos medios del correísmo aferrados a sus puestos.

La suya fue una concentración de poder, conquistado por métodos autoritarios sin precedentes. No la logró en el siglo XIX el dictador García Moreno ni tampoco el socialcristiano Febres Cordero en el siglo pasado. Es una “bomba de tiempo”, su legado más peligroso en el camino de quienes quieran liderazgo ético y democrático, no solo con el régimen del presidente Lenín Moreno, sino en los de cuantos mandatarios le sigan.

Modernizar o reformar instituciones atrapadas en ese pasado reciente es una titánica empresa. Desalentar el clientelismo, otro acto hasta ahora imposible en la manera tan peculiar de hacer y deshacer de la política ecuatoriana al uso. Así sucede también con la construcción de un sólido Estado de derecho, respetuoso de las instituciones civiles, las leyes y las libertades.

De todo esto comienzan a enterarse los flamantes miembros del Consejo de la Judicatura. Sus iniciales declaraciones de intenciones tienen ante sí un campo minado. Su raíz y su razón están en ese clientelismo sembrado y cultivado durante diez años de correísmo sin freno ni límites legales y constitucionales, no porque fueran inexistentes, sino porque fueron atropellados sistemáticamente y sin pausa.


Actuar es fácil, pensar es difícil; actuar según se piensa es aún más difícil”. Goethe Poeta y dramaturgo alemán (1749-1832)

La recompensa de una buena acción está en haberla hecho”. Séneca Filósofo latino (2 AC-65)