Ortega, el supremo

Ni la Iglesia ni el Ejército ni los miles de manifestantes que desde hace dos meses copan las calles y bloquean las principales carreteras del país han logrado convencer al presidente Daniel Ortega de que ya es hora de soltar el poder. Y si algo ha demostrado el mandatario nicaragüense es que no está dispuesto a ceder ante las exigencias democráticas de un país que pide a gritos su renuncia.

Su estrategia es la violencia y así queda demostrado, día tras día. Tanto en Managua como en otras ciudades, la policía y fuerzas paramilitares sorprenden en la madrugada a los manifestantes que custodian los llamados tranques -barricadas hechas de piedras que impiden el paso de vehículos-, y sus ráfagas llenan de pánico las urbes. Estos grupos de choque, encapuchados y vestidos de civil, se movilizan con fusiles AK47, escopetas y pistolas, de acuerdo con una crónica del Nuevo Diario de Nicaragua.

Las escenas de violencia han quedado registradas en cientos de videos que circulan por las redes sociales. Francotiradores paramilitares armados con fusiles rusos disparan con precisión profesional desde larga distancia, con el único propósito de matar manifestantes. Ya van 161 muertos y nada señala el fin de la carnicería.

Todo indica que Ortega y su mujer están dispuestos a cualquier cosa, con tal de mantenerse en el poder.

Mientras, tal como ocurre en Venezuela, miles de ciudadanos buscan desesperadamente tramitar sus documentos para migrar a países vecinos e iniciar otra diáspora. Ese es el socialismo del siglo 21.

«Si no esperas lo inesperado no lo reconocerás cuando llegue”.

Heráclito de Efeso
Filósofo griego (540 AC-470 AC)

«Hay que esperar cuando se está desesperado, y andar cuando se espera”.

Gustave Flaubert
Escritor francés (1821-1880)