Hernán Yaguana Romero
Estamos a pocos días de empezar un nuevo año, en la mayoría de medios de comunicación se ve las proyecciones y las profecías para el 2019. Esta tradición, de décadas atrás, se caracteriza por anticiparnos cuál o cuáles son los posibles escenarios que en el siguiente año se podrían dar.
Los campos donde mayor expectativa existe son: el económico, salud y educación; sobre ellos se fija la atención permanente, ya que serán quienes permitan determinar el rumbo de la sociedad. Pero creo que los vaticinios actuales olvidan entender los rasgos característicos de la nueva sociedad edificada desde inicios del siglo XXI -la sociedad de lo digital-.
Estar en el limbo entre la terminación de una época y el inicio de una nueva no es nada fácil, costará mucho desprenderse de toda la inserción ideológica que por más de dos siglos acompañó a la humanidad en todos los campos y saberes.
A una sociedad donde todo era ordenamiento y disciplina no le será fácil, de hecho, le llevará años entender que hoy en día es el caos y el rendimiento quienes predominan. Y si a eso le sumamos que el cambio está en la comunicación, pues pasamos de una sociedad marcada por la escritura, como fuente absoluta de todo su accionar, a una nueva, donde es la oralidad su principal exponente -sino miremos como lo jóvenes más que leer en un celular lo que hacen es hablar, y eso no está mal, es una forma de expresión propia-.
Por el cambio de época, a nivel global, habrá que estar atentos a las proyecciones en todos los campos, pero también tener la vacación de prepararnos para cualquier eventualidad que en el camino pueda surgir. Ya nada es medible ni calculable con la exactitud de años pasados, todo es volátil, una cultura líquida como la denominó Zygmunt Bauman hace años. (O)