Leer para fortalecer la razón y la emoción

Galo Guerrero-Jiménez

No hay circunstancia más saludable que formarse desde la opinión del otro; por eso las conversaciones amenas y sinceras relajan y comprometen; no se diga la cultura de los libros, el diálogo y las sugerencias enormemente enaltecedoras y muy hondas en la formulación de lo humano que ellos portan; sobre todo cuando logran encarnarse en el lector evitan que se convierta en enemigo del ciudadano común y le favorecen para evitar “la lenta desintegración del concepto de ciudadanía” que hoy, poco a poco, desde la opinión tan pobremente asumida en manos de malos y pésimos politiqueros y de otros ciudadanos irresponsables cuando de actuar y de opinar se trata, están minando los valores preservados en el pensamiento sano y sin malicia que aún subyace en aquel individuo que quiere ser un auténtico ciudadano con sus convicciones y sus marcos de interpretación que lo encaminan a pensar que solo el pensamiento excelso y bien direccionado lo hace más humano porque sabe que aprender a ser humano es aprender a pensar con rigor y con coherencia.

Desde este noble esfuerzo por ser mejores ante los demás y para frenar la mala conducta de la mediocridad, necesitamos un referente que nos cobije, que nos dé fortaleza y anchura de pensamiento para el germen de las mejores expresiones que sí es posible encontrar en la opinión profunda, analítica y axiológicamente promulgada en miles y miles de páginas virtuales y físicamente elaboradas para el deleite y la formación de cada lector que sabe que desde la lectura razonada y emocionalmente sentida, “la razón y la emoción no son dos fuerzas enfrentadas, conviven y trabajan generalmente unidas con el propósito de lograr la supervivencia más satisfactoria. Abrazamos o rechazamos ideas, situaciones o personas en virtud de las emociones que nos despiertan” (Pérez, 2012). (O)