La mano invisible

En el revoltijo de candidatos por la presidencia, pedí auxilio con el propósito de aclarar el horizonte político antes de caer en la confusión. Encontré algunas respuestas con el padre de la economía moderna, Adam Smith. Uno de los conceptos fundamentales lo explica así: “el interés propio de cada individuo conduce al bienestar general, que se conoce como el mecanismo de la mano invisible”.

Si yo trabajo bien, entregando lo mejor de mis conocimientos y actitudes, contribuyo a la satisfacción social. No importa el trabajo que se haga, puede ser de artesano, compositor o científico. Esta verdad se ha comprobado en los países desarrollado, donde funciona la mano invisible.

A más del interés personal, “el hombre necesita casi constantemente la ayuda de sus semejantes, y es inútil pensar que lo atenderían solamente por benevolencia (…) No es la benevolencia del panadero la que le lleva a facilitar nuestra comida, sino el cuidado que prestan a sus intereses”.

El ser humano es capaz de comprender el interés personal de su compañero y de llegar a un intercambio solidariamente beneficioso. La empatía con el egoísmo del otro (donde se subraya la siguiente frase: “dame lo que necesito y tendrás lo que deseas”) y el reconocimiento de sus necesidades armonizan las necesidades propias. Así trabaja la mano invisible del progreso.

La realidad política que afrontamos desde el 31 de diciembre, nos ayuda a reflexionar en el futuro individual y del país. Cada persona del mundo democrático necesita confiar en un gobernante la vida presente y del futuro. Pero muchas veces nos equivocamos porque no decidimos el voto protegidos por la razón, sino más bien por los afectos y desafectos a favor o en contra de un candidato.

Las ideas liberales que propone A. Smith no pueden ponerse en práctica con el populismo que gobernó uniendo a las personas con el odio a los empresarios y al desarrollo de las naciones. Rigió el odio a la independencia y la libertad individual y social.

Los populistas son fanáticos del autoritarismo y el centralismo del poder. Desprecian la libertad de prensa y pensamiento. Odian el libre mercado. Gozan con la fragmentación de la sociedad y la destrucción de las instituciones políticas (partidos), culturales y sociales. Los gobiernos populistas anulan “la mano invisible”, trabajan con la mano visible de la desgracia.

No olvidemos que el populismo correísta arruinó el país poniendo la chusma de empleados públicos que consumen 9 mil millones de dólares cada año.

Hasta ahora el burócrata de nuestro país pasa su vida para completar unas pocas operaciones simples y con resultados que son siempre los mismos. No desarrolla la inteligencia ni pone en práctica la imaginación. Pierde el hábito de ejercer sus facultades y se deja ganar de la chifladura.

Los políticos populistas ofrecen la felicidad terrenal a los pobres. Pero una vez en el poder adjudican pobreza y desempleo. Sabemos que “ninguna sociedad puede ser próspera ni feliz si la mayor parte de sus miembros son pobres y miserables”. El trabajo y la actividad (mano invisible) son la fuente de riqueza intelectual y económica.

Entonces, llegó el momento de verificar el pensamiento de los candidatos. Aquellos alineados con el populismo que dependen del Estado, tarde o temprano serán parásitos, como aquellos fabricados en serie por los gobiernos de Cuba y Venezuela. O comprobar a los candidatos que conocen la realidad y saben solucionar problemas como lo han hecho en Singapur, Costa Rica, El Salvador o Uruguay. En febrero nos informaremos si gana la mano invisible de la inteligencia o la mano visible de la estupidez.