La llama de la esperanza

Con el nombre de ‘Noche buena’, con acierto, se la ha bautizado. Con platos muy nutridos o con otros no tanto, cada familia se esmera en que sea memorable. En la tradición cristiana es la víspera del nacimiento del Mesías en la familia de un carpintero en Palestina, en la localidad de Belén, en un establo. Paradójicamente también los agnósticos y los ateos, la gente joven y la gente vieja, en nuestro controversial hemisferio occidental están de festejos.

Por unas horas se dejan a un lado las ideologías y las actitudes patrioteras y los miembros de cada familia se enfrentan cara a cara amigablemente. Un poco de entendimiento y anhelo de paz se exterioriza. Las ciudades están iluminadas y todo parece conjugarse para que la cena de esta noche nos una no solo como familias o comunidades, sino como sociedad, como país.

Se mitigan los malos recuerdos y se aplacan los rencores. Se recuerda a los que en años anteriores estuvieron alrededor de la mesa de la cena y ya no están. Pasa entre los comensales un aire de nostalgia y se instala en ellos la inextinguible llama de la esperanza. La solidaridad con los más necesitados, los desamparados y los olvidados también se pone de manifiesto.

Como diría un respetable escritor de nuestra lengua, hay días en que reúnen alrededor de una mesa a ricos o a pobres, a los pobres o a los malos, a la gente abierta o la cerrada, la lista o la torpe, la educada o la zafia, la noble o la canalla, la honrada o la deshonesta, la generosa o la egoísta, la de buena o la de mala sangre. En una noche como la de hoy se produce el milagro.


Los comprendemos mal. Los gigantes no son como pensamos”. Malcolm Gladwell. Sociólogo canadiense (1963)No puedo contentarme con tener razón yo solo”. Henri-Frédéric Amiel. Escritor suizo (1821-1881)