La Flautade Jaim

Hace unos días llegó a mis manos un libro de cuentos, regalo del escritor israelí Yaron Avitov, “La Flauta de Jaim toca en el cielo”. El escritor vive muchos años en Ecuador. Le conocí en Cotacachi y compartimos conversaciones acompañados del sol y una tasa de café de Intag.

Yaron Avitov ha trabajado en documentales de cine, es poeta, crítico literario y editor. Tiene publicado 18 libros en hebreo y ha recibido siete premios literarios. Le nombraron Embajador de la Literatura Hebrea en América Latina.

El libro “La Flauta de Jaim toca en el cielo”, contiene cinco cuentos escritos con leguaje cinematográfico. Relata el sufrimiento del Holocausto que hasta ahora se extiende a la tercera generación de las víctimas del dolor y la muerte.

El Holocausto fue la persecución y asesinato sistemático, a seis millones de judíos por el régimen nazi y sus colaboradores. Holocausto, palabra de origen griego, significa “sacrificio por fuego”. Los nazis ascendieron al poder en Alemania en enero de 1933, creían que eran una “raza superior”, y los judíos “inferiores” y una amenaza para la comunidad racial alemana.

La ONU rinde homenaje a las víctimas desde 2005, y fijó el 27 de enero como Día Internacional de la Memoria de las Víctimas del Holocausto

Yaron resalta los objetos con historia: un radio, una boina, la flauta, las gafas, a más de los acontecimientos como el concierto de la orquesta de músicos y la marcha de la muerte. Los hijos y nietos de los sobrevivientes crecieron recluidos en la memoria de los mártires del genocidio.

En este escenario histórico se desarrollan cinco cuentos. El libro comienza con la narración del “El hombre de la radio”. “Cuando mi madre estaba embarazada de mí, la abuela le llamó junto a su lecho y le ordenó: “Cuida la radio del mismo modo que cuidas a tu bebé. Es todo lo que queda de una familia entera”. Un objeto que sirvió para alegrar la vida, y escuchar noticias de la muerte.

“La boina de papá”. La madre le dice a su hijo en el funeral de su esposo: “Esto es todo lo que quedó de mi familia”. “A los treinta días de la muerte de mi padre, mi madre sacó la boina del ropero y me pidió: Póntela. La tomé mi mano, pero no fui capaz de ponérmela sobre la cabeza. No sabía qué hacer con ella”.

“Cuando llegamos a la tumba, supe de repente qué tenía que hacer. Me quité la vieja boina de la cabeza y la coloqué sobre la lápida nueva de papá para que no vaya por el más allá, con la cabeza descubierta, Dios no lo permita.”

“El flautista del Birkenplatz”, es la historia de un joven flautista Haimi Zaks, nieto de Haimim Zaks. En diferentes épocas los dos integraron la orquesta municipal con el mismo director Persky, único sobreviviente. El nieto, investiga la muerte de su abuelo. Encontró los documentos de un juicio. El abuelo se había cansado de tocar. “No soy un perrito faldero de los nazis. ¡No toco más! De cualquier modo, nos matarán a todos, así que cuanto antes mejor”. El SS le disparó a corta distancia. A los demás les ordenó: “Continúen, sino les disparé a todos”.

“El Aullido”, otra historia de angustia. Natan, lleva el nombre de su abuelo, creció a la sombra de la historia de la “marcha de la muerte». “Su abuelo logró sobrevivir en Auschwitz, milagrosamente, todos los años de la guerra, pero lo obligaron a salir en el mes de enero de 1945, a “la marcha de a muerte”. Se desplomó en el camino.

El nieto sigue la marcha. No llegó. “De repete ve una pantalla negra ante sus ojos y escucha silbidos agudos, como el eco de ladridos lejanos que le persiguen, que están cada vez más cerca…Y ya no sabe si lo llaman a él o a su abuelo, ya que tienen el mismo nombre”.

De manera excepcional Yaron nos entrega estas historias humanas y plantea una alternativa: salir de la condición de víctimas para alcanzar otro tipo de situación, a veces relacionado con la acción, el enfrentamiento y hasta con la venganza. Gracias Yaron por hacernos más sensibles, valorar la paz y la reflexión.