¡Idiotas!

Idiotas, así y duro como suena, les calificaban a quienes no se interesaban en la política en la antigua Grecia. En la actualidad, seguramente tendríamos miles de millones de idiotas por el mundo, pero habría que ir más allá del adjetivo y la comodidad. Al respecto se podrían lanzar varias conjeturas.

La más redundante es que los políticos no nos representan en las decisiones que toman, porque juegan a favor de los intereses de ciertos grupos y hacen caso omiso de los intereses de sus votantes. Claro está, hay honrosas y contadas excepciones, casi son especies en peligro de extinción. A ellos, todo el estímulo para que sigan adelante.

Una segunda idea es que hay millones de idiotas, porque la realidad no ha cambiado estructuralmente los problemas históricos. Por ejemplo, mientras hay miles de toneladas de comida desperdiciada, hay millones de personas con hambre y otro tanto con desnutrición crónica.

En el mismo sentido, mientras hay miles de millones de habitantes en condición de pobreza, existe un 1% de personas que concentran la mayor riqueza e ingresos. Bajo el mismo tono, mientras los países más industrializados siguen contaminando, los efectos del cambio climático afectan a las actuales y futuras generaciones.

Y aunque un sector hable de que ha incrementado la esperanza de vida, disminuido los índices de pobreza o mejorado el ingreso de un gran porcentaje de la población en el mundo, sin embargo, las protestas multitudinarias en todo el globo nos advierten de que hay que cambiar rápidamente.

Un clamor generalizado es el combate contra la corrupción, la inseguridad, la falta de empleo, la dificultad de acceder a la salud, seguridad social y educación. Es cierto también que nunca antes hubo tanta población joven, pero es también cierto que este segmento tiene escasas posibilidades de trabajo.

En otras palabras, no hay tanto idiota por gusto, sí porque las razones son evidentes y, además, contundentes, por eso hay que tener mucho cuidado con el despertar de la idiotez, pues podría ser una marea incontenible y que vaya arrastrando todo a su paso.

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