Enfermos

Pablo Izquierdo Pinos

Todos nos vamos a morir, esa es la primera certeza que tenemos: incluidos los políticos, que cuando adquieren poder se vuelven inmortales, creen que no se van a morir nunca y por ello –en su metalenguaje- públicamente censuran la salud y ventilan la enfermedad de sus contrarios. Entonces si no es por la política, el destino de nuestro país va cambiando en relación directamente proporcional con la enfermedad del Mesías elegido, el que partió y el que ascendió.

La enfermedad como insulto y como sinónimo de muerte: “Le pasa algo a Lenín Moreno, que tiene una salud muy frágil, ¿quién es el Presidente de la República? Y se les acabó la fiesta”, ha dicho Correa. “Paranoico”: respondió el aludido, en twitter. La metáfora gana en agresividad y virulencia y da la razón –a ellos, insisto-, ya que con ese mismo argumento hace 20 años al expresidente-paciente Abdalá Bucaram, una mayoría de “legisladores-médicos-psiquiatras” le diagnosticaron “incapacidad mental para gobernar”, destituyeron al enfermo, pero sin prescribir su internación. Volvió. Nada cambió.
Dios no quiera y no se enferme el presidente Moreno –expresado en los deseos opuestos de su coideario-, porque completaremos la anamnesis de una larga “historia cínica” de pronóstico reservado: un vicepresidente sin funciones, con vacaciones acumuladas, preso en la cárcel 4 y sobrediagnosticado con 7 enfermedades, a saber: insomnio crónico; ansiedad; hipertensión arterial; gastritis; lumbodorsalgia; colon irritable y artritis crónica. ¿Salud frágil?

“Somos leyenda”: mis deseos como médico es que todos se curen, estén sanos y vivan muchos años, así les evitaremos, los fieles, el panteón y construir una épica misteriosa por dejar un falso legado revolucionario contra el imperio, comparándose con Bolívar, el Che y los nuestros para no quedarse atrás, con Don Eloy Alfaro. El tiempo no perdona, la justicia no estamos seguros. Por todo esto, la definición de salud que más prefiero es la de Freud: “Es la capacidad de amar y trabajar”. Pobre Ecuador agónico, gobernado por arrogantes enfermos de odio y de poder y mitómanos enfermos de ambición por el dinero.

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