En sus marcas, listos, fuera

Los corredores para el próximo año, han empezado a promocionar su imagen y hacer gala de sus supuestas habilidades para estar al frente del manejo del país. Mientras tantos los vehículos para sus candidaturas, parecen no tan afinados para el inicio de la carrera, partidos suspensos, sin estructura orgánica, ni ideologías, tienen la gran tarea de empezar sus procesos de democracia interna, así sea solo por procedimiento burocrático ante el CNE.

Las apuestas por los corredores ya han empezado y más allá de las encuestas, todos salen de la misma línea de partida, aunque algunos con experiencia en la pista y con fanáticos que los siguen en todas sus carreras, como el correismo o el PSC.

Los candidatos van a tener que sortear las curvas judiciales que salpican con presunciones de corrupción, a la mayoría de candidaturas o vehículos electorales.

Estamos ante la Fórmula 1 de las competencias electorales, la carrera más difícil de los últimos años. El país tiene acumulada una deuda pública del 53,4% del PIB y según la OIT, para el final del año se estima que tendremos unos 850.000 ecuatorianos en situación de desempleo, lo que según la CEPAL provocaría que el Ecuador llegue al 30,8% de pobreza y 10,7% de pobreza extrema tras la crisis.

La Asamblea Nacional tiene un 85% de desprestigio y la gente cree que la política funciona como un cártel, para lo componenda y los arreglos bajo la mesa de los políticos de turno. Todas las instituciones republicanas están deslegitimas y cuestionadas.

El déjà vu del 2006 ha vuelto.

El país se dirige en línea recta al barranco económico, político y social, pues las heridas de octubre aún no han cerrado y la pobreza y desempleado además de aumentar las brechas sociales, incrementan los niveles de delincuencia y precariedad. Ya no es el tiempo de las improvisaciones y el único carril de salida viable, es ponernos de acuerdo entre todos: políticos, partidos y sociedad civil, en elementos de conceso, como que el Estado no es un enemigo o amigo, sino una herramienta, que es necesaria la inversión pública y que no sirve de nada la economía sino es para cumplir un fin social y brindar bienestar y justicia social.