RITA CHASING BERNAL
Cierto día me encontré con un amigo, que por 20 años de su vida trabajó en el mar en una embarcación que estaba destinada para transportar mercadería a lugares vecinos, especialmente a las Islas Galápagos, donde le suministraban productos de primera necesidad mientras él divisaba el cielo y las olas que algunas veces eran violentas y otras mansa. Había trabajó como marino mercante, era responsable de controlar las maquinarias y otros tenían sus respectivas funciones para que la embarcación llegara a buen puerto.
Charloteando con mi amigo le dije: ‘Donde manda capitán no manda marinero’ y él se quedó pensando, luego me miró detenidamente y respondió que no era correcta la frase. Le respondí: “toda mi vida he escuchado ese refrán”, entonces me explicó, que el capitán generalmente es el dueño del barco o lo utilizan a dedo para que administre, pero no tiene la capacidad de liderar o dirigir la embarcación, no es él quien dice lo que tenemos que hacer o seguir la ruta, mientras los marinos aprendieron con el tiempo a saber guiarse, también a soportar las dificultades y penurias para luchar contra la marea o el viento, animales peligrosos.
Pensaba en mi vida cotidiana. Entonces el que dirige la institución debe ser alguien que sepa liderar, comunicar a los miembros de la comunidad en forma horizontal y de una manera oportuna, eficaz y fluida. Desarrollar un trabajo democrático, compartido y participativo de toda la vida institucional. Crear y sostener un buen clima en el que se ponga en práctica el pleno ejercicio de los derechos humanos de todos los que conforma la institución, puede ser educativa, comunidad, social; no debe se permisible o paternalista, ni permitir la deshonestidad la ineptitud. Debe implementar políticas y estrategias que permitan el pleno desarrollo administrativo y de la comunidad en pro de un futuro.