Día de brujas: ¡Abracadabra, hocus pocus sabadabadán…!

Zoila Isabel Loyola Román

Un hecho fascinante que a veces se nos pasa por alto es que cada uno de nosotros tenemos un mago interior. Llamémoslo de cualquier manera Hechicero, Adivino, Brujo o Chamán… A quién no le ha cautivado, por ejemplo, los trucos de un mago de circo que, como en el sueño, con solo desearlo y agitar su varita puede hacer que ante los ojos sorprendidos aparezca o desaparezca cualquier cosa, de la forma más increíble.

Aún más increíble y sorprendente, es lo que hay en cada uno de nosotros: ¡un mago de verdad!, que puede convertir nuestros mejores sueños, y anhelos, en la más hermosa realidad. En cada persona, en cada uno de nosotros habita ese mago, sorprendente “que lo puede todo”, la sabiduría interior, ¡Una huella del Creador en cada uno de nosotros!

Si esto es verdad, ¿por qué, entonces, la magia no se manifiesta con todos sus poderes? La respuesta la da el Principito de Saint Exuperi: “- He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.

-Lo esencial es invisible a los ojos -repitió el principito, a fin de acordarse”.

Solo cuando se ve “con el corazón”, cuando se ve con sabiduría, percibimos ese mundo esencial, invisible a los ojos, ese mundo que es nuestro mundo mágico y que, ante nuestra admiración, nos mostrará toda la luz, todo el talento, todo el ingenio, toda la capacidad y potencial que tenemos.

Reconozcamos lo grande del pensamiento. Lo más seguro es que aquello que hemos deseado con todas nuestras fuerzas, esté allí, que ya lo tengamos, que lo hayamos tenido siempre, ¡y no lo sabíamos! Más aún, el ver “con el corazón” nos permite saber que el camino a seguir es el que nos lleva de vuelta a nuestra esencia. El camino que nadie puede recorrerlo por nosotros, solo nosotros mismos. (O)

[email protected]

Zoila Isabel Loyola Román

Un hecho fascinante que a veces se nos pasa por alto es que cada uno de nosotros tenemos un mago interior. Llamémoslo de cualquier manera Hechicero, Adivino, Brujo o Chamán… A quién no le ha cautivado, por ejemplo, los trucos de un mago de circo que, como en el sueño, con solo desearlo y agitar su varita puede hacer que ante los ojos sorprendidos aparezca o desaparezca cualquier cosa, de la forma más increíble.

Aún más increíble y sorprendente, es lo que hay en cada uno de nosotros: ¡un mago de verdad!, que puede convertir nuestros mejores sueños, y anhelos, en la más hermosa realidad. En cada persona, en cada uno de nosotros habita ese mago, sorprendente “que lo puede todo”, la sabiduría interior, ¡Una huella del Creador en cada uno de nosotros!

Si esto es verdad, ¿por qué, entonces, la magia no se manifiesta con todos sus poderes? La respuesta la da el Principito de Saint Exuperi: “- He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.

-Lo esencial es invisible a los ojos -repitió el principito, a fin de acordarse”.

Solo cuando se ve “con el corazón”, cuando se ve con sabiduría, percibimos ese mundo esencial, invisible a los ojos, ese mundo que es nuestro mundo mágico y que, ante nuestra admiración, nos mostrará toda la luz, todo el talento, todo el ingenio, toda la capacidad y potencial que tenemos.

Reconozcamos lo grande del pensamiento. Lo más seguro es que aquello que hemos deseado con todas nuestras fuerzas, esté allí, que ya lo tengamos, que lo hayamos tenido siempre, ¡y no lo sabíamos! Más aún, el ver “con el corazón” nos permite saber que el camino a seguir es el que nos lleva de vuelta a nuestra esencia. El camino que nadie puede recorrerlo por nosotros, solo nosotros mismos. (O)

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Zoila Isabel Loyola Román

Un hecho fascinante que a veces se nos pasa por alto es que cada uno de nosotros tenemos un mago interior. Llamémoslo de cualquier manera Hechicero, Adivino, Brujo o Chamán… A quién no le ha cautivado, por ejemplo, los trucos de un mago de circo que, como en el sueño, con solo desearlo y agitar su varita puede hacer que ante los ojos sorprendidos aparezca o desaparezca cualquier cosa, de la forma más increíble.

Aún más increíble y sorprendente, es lo que hay en cada uno de nosotros: ¡un mago de verdad!, que puede convertir nuestros mejores sueños, y anhelos, en la más hermosa realidad. En cada persona, en cada uno de nosotros habita ese mago, sorprendente “que lo puede todo”, la sabiduría interior, ¡Una huella del Creador en cada uno de nosotros!

Si esto es verdad, ¿por qué, entonces, la magia no se manifiesta con todos sus poderes? La respuesta la da el Principito de Saint Exuperi: “- He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.

-Lo esencial es invisible a los ojos -repitió el principito, a fin de acordarse”.

Solo cuando se ve “con el corazón”, cuando se ve con sabiduría, percibimos ese mundo esencial, invisible a los ojos, ese mundo que es nuestro mundo mágico y que, ante nuestra admiración, nos mostrará toda la luz, todo el talento, todo el ingenio, toda la capacidad y potencial que tenemos.

Reconozcamos lo grande del pensamiento. Lo más seguro es que aquello que hemos deseado con todas nuestras fuerzas, esté allí, que ya lo tengamos, que lo hayamos tenido siempre, ¡y no lo sabíamos! Más aún, el ver “con el corazón” nos permite saber que el camino a seguir es el que nos lleva de vuelta a nuestra esencia. El camino que nadie puede recorrerlo por nosotros, solo nosotros mismos. (O)

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Zoila Isabel Loyola Román

Un hecho fascinante que a veces se nos pasa por alto es que cada uno de nosotros tenemos un mago interior. Llamémoslo de cualquier manera Hechicero, Adivino, Brujo o Chamán… A quién no le ha cautivado, por ejemplo, los trucos de un mago de circo que, como en el sueño, con solo desearlo y agitar su varita puede hacer que ante los ojos sorprendidos aparezca o desaparezca cualquier cosa, de la forma más increíble.

Aún más increíble y sorprendente, es lo que hay en cada uno de nosotros: ¡un mago de verdad!, que puede convertir nuestros mejores sueños, y anhelos, en la más hermosa realidad. En cada persona, en cada uno de nosotros habita ese mago, sorprendente “que lo puede todo”, la sabiduría interior, ¡Una huella del Creador en cada uno de nosotros!

Si esto es verdad, ¿por qué, entonces, la magia no se manifiesta con todos sus poderes? La respuesta la da el Principito de Saint Exuperi: “- He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.

-Lo esencial es invisible a los ojos -repitió el principito, a fin de acordarse”.

Solo cuando se ve “con el corazón”, cuando se ve con sabiduría, percibimos ese mundo esencial, invisible a los ojos, ese mundo que es nuestro mundo mágico y que, ante nuestra admiración, nos mostrará toda la luz, todo el talento, todo el ingenio, toda la capacidad y potencial que tenemos.

Reconozcamos lo grande del pensamiento. Lo más seguro es que aquello que hemos deseado con todas nuestras fuerzas, esté allí, que ya lo tengamos, que lo hayamos tenido siempre, ¡y no lo sabíamos! Más aún, el ver “con el corazón” nos permite saber que el camino a seguir es el que nos lleva de vuelta a nuestra esencia. El camino que nadie puede recorrerlo por nosotros, solo nosotros mismos. (O)

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