Delitos inverosímiles

Jaime Vintimilla

La Constitución y el COIP claramente establecen los derechos que toda persona privada de la libertad tiene y, que bajo ningún concepto, podrían ser vulnerados o inobservados.

El artículo 12 de la norma penal establece alguno de ellos, infortunadamente he conocido un caso donde un indígena está a punto de ser condenado por el denominado delito de “ingreso de artículos prohibidos” a un centro carcelario o como eufemísticamente se le denomina centro de privación de libertad.

Lo que llama profundamente la atención es que su delito consistió en llevar veinticinco dólares en su bolsillo y que por ello enfrenta un proceso penal, pues conforme lo dispone el artículo 275 del COIP “la persona que ingrese, por sí misma o a través de terceros, a los centros de privación de libertad, bebidas alcohólicas, sustancias catalogadas y sujetas a fiscalización, armas, teléfonos celulares o equipos de comunicación; bienes u objetos prohibidos adheridos al cuerpo o a sus prendas de vestir, será sancionada con pena privativa de libertad de uno a tres años”. En otras palabras, la persona privada de libertad está condenada también a no tener dinero y si alguien osare lleváselo debe ser en el acto reprimido.

Se trata de un tipo penal abierto que todavía más es juzgado sin la consideración debida de los principios de legalidad, proporcionalidad e interculturalidad, pues para colmo una resolución establece un reglamento del sistema nacional de rehabilitación social donde se define la tipología de objetos prohibidos, entre los cuales se encuentra el dinero. En definitiva, será una autoridad administrativa la encargada de aplicar una norma que no es ley para cerrar o concluir la descripción típica, realidad que colisiona con un Estado de Derecho donde se debe respetar el principio de exacta aplicación de la ley penal.

He perdido ya mi capacidad de asombro y en cualquier momento este ciudadano va a ser sancionado con una pena de un año. Es lacerante, pero la justicia penal ha perdido el norte al castigar a personas como la descrita. La realidad supera a la ficción ante castigos tan viles e incomprendidos.

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