Consulta popular

Franklin Barriga López

La que tendrá lugar el 4 de febrero no es nada simple o rutinaria, en razón de que entraña importancia capital para el presente y el futuro de Ecuador.

Luego de una década de prepotencia, no pocos desaciertos, falaz y atorrante propaganda que llegó al cinismo, el presidente Moreno empezó a dar un giro de timón hacia playas de concordia y adelanto. Desde luego que falta corregir errores cometidos en política interior y exterior, así como en el nombramiento de varios de sus colaboradores.

Raúl Patiño, apasionado dirigente del anterior régimen, manifestó su experiencia como legislador: “Decíamos qué hacemos, cómo enjuiciamos a esos corruptos que todos saben que estaban robando, a todos esos ministros que sabíamos que hacían las cosas con sobreprecio, pero en la Asamblea no sabíamos qué hacer porque era absolutamente prohibido fiscalizar” (La Hora, 14-1-2018). Para muestra este botón, de los numerosos que mantienen a la opinión pública absorta e indignada ante los latrocinios perpetrados.

A juzgar por la tendencia prevaleciente, se cree que habrá un triunfo ampliamente mayoritario del ‘Sí’ en todas las preguntas que serán sometidas a consulta popular, lo que desde ya se cataloga como repudio ciudadano a Rafael Correa y a los pocos ovejunos que le siguen acolitando, además de la necesidad de que desaparezca la inconsecuente plusvalía que ha ocasionado retraso e incertidumbre, que se sancione debidamente a los corruptos, que se proteja la integridad de niños y adolescentes, que se impida la eternización en el poder de los absolutistas, que se preserve la libertad y la democracia, entre otras necesidades orientadas al bienestar y el progreso.

Se anhela que poco después vengan los cambios que urgentemente se requieren y que el Ejecutivo debe haber planificado.

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