Cartas al Director…

‘En el bus la vida es más sabrosa’

Ahora que me he vuelto un constante usuario del bus, tras el golpe que me dio mi mecánico cuando me dijo que me costaría ‘un ojo de la cara’ arreglar mi ‘cacharro’, me entero de un sinnúmero de historias que van y vienen por los pasillos de la unidad y vaya que les pongo atención por la forma cómo los cuentan sus actores.

Entre traqueteo y traqueteo, frenazo y partida bruscos, pitazos ensordecedores, amabilidad también de su conductor y carácter parecido de su controlador, cuando lo tiene, escucho una serie de relatos que me llevan a los que solía contarme mi abuela hace muchos años, como los que tener un gato negro trae mala suerte, reclamar a la Luna cuando no se puede engendrar o concebir un hijo o el más conocido: el mal de ojo cuando es demasiado alhajito el bebé. Alhaja

En fin, hay muchas historias que salen de los pasajeros y que las cuentan a boca de jarro. Una de ellas, por ejemplo, la tremenda golpiza que se dieron dos hermanos por un metro de más de tierra que le dejó a uno de ellos su papá y los palazos en “lomo limpio” que les fajó la madre tratando que los “gladiadores” hagan las paces.

O la vez también que una madre de familia, cansada de ver a sus hijos en los brazos del Dios Baco, los amenazó con irse de la casa o ir al extremo de desheredarlos para “ver quien se jode”.

Pero también he constatado allí el dolor y la tristeza de padres de familia sin trabajo y que no saben qué hacer. Pero también he visto a otros, especialmente burócratas, ir muy perfumados, con carnés pendiendo del pecho y mirando el reloj que les marca ya el retraso.

En definitiva, todas estas historias, todas ellas: buenas y malas, las recojo con solo pagar 30 centavitos de dólar y de allí que creo que en “el bus la vida es más sabrosa”. Ahora, si me urge ir “rapidito, facilito y al instante”, tomo un “canario”, que me cuesta 1.25 en el día y en la noche 1.40. Eso es otro cantar y materia de otro comentario… (O)

Manuel P.

Usuario del bus urbano