Cartas al Director.

Cultura de violencia y de muerte

Los últimos acontecimientos fatales suscitados por la delincuencia instalada en el cordón fronterizo noroccidental que nos separa de Colombia, constituyen una evidencia más de que vivimos inmersos en una cultura de violencia y de muerte, que ha venido institucionalizándose desde hace mucho tiempo y que nos pasa una dolorosa factura, segando vidas humanas y atentando contra la paz y la seguridad ciudadana. Más allá de buscar culpables, lo que nos debe preocupar es la causalidad más remota de este problema, con el fin de acometerla e ir encontrando la solución posible.

Tenemos una Constitución y un marco legal que garantizan derechos, pero los niños siguen siendo vilmente abusados y asesinados. ¿Es sólo cuestión de hacer constar los derechos en la Constitución y la Ley? Obviamente no, porque el ser humano es impredecible y no razona en los derechos constitucionales o legales cuando ha perdido su condición humana.

¿Es sólo cuestión de tener Fuerzas Armadas y Policía Nacional? Obviamente no, porque el ser humano no teme a nada, ni a nadie cuando ha renunciado a su dignidad, a sus principios, valores y virtudes. Las fatalidades o tragedias que estamos viviendo son multicausales y multifactoriales.

Esta cultura de violencia y de muerte no es obra de la casualidad, sino de una inoculación permanente de gérmenes violentos en la mente y el corazón de los niños, adolescentes, jóvenes y adultos.

Algunos políticos están evidenciando más la mentira, la agresión, la venganza y la corrupción, antes que los valores y principios de la ciencia del bien común. Algunos medios de información colectiva, en lugar de ser portadores de principios, valores y virtudes, están haciendo apología de la miseria humana, con programas que rinden culto al narcotráfico, a la infidelidad, a las estupideces de la farándula, al vacío existencial, a la nada. Por lo tanto, si queremos vivir en paz, en un clima de seguridad, el desafío es cambiar de paradigmas educativos, políticos y comunicativos; en definitiva, cambiar de actitud en forma individual y colectiva. (O)

Dr. Camilo Alfonso Espinosa Pereira