El amor más grande después de Dios es el de mamá. Ella es incondicional, se alegra cuando estamos felices y se entristece cuando nos ve desanimados, por ello debemos colmarla de amor y agradecimiento todos los días.
Una manera de manifestarle ese cariño es proporcionarle paz, tranquilidad, armonía y relajación en un spa, donde se la reciba con una agradable sonrisa y luego pase al cubículo de relajación con velas, flores y aromas.
En Santo Domingo hay un sinnúmero de lugares donde las madres pueden optar por un día diferente. (LMM)