“U nos 50 al cenizo, 20 al colorado, 30 al blanco”, dicen los galleros mientras apuestan en el graderío. Ellos no firman letras de cambio, solo empeñan su palabra unos minutos antes de que empiece el careo de las aves.
Después de cotejar su porte y peso, los dueños llevan a sus gallos a la arena, donde las apuestas continúan. El premio mayor siempre es para el propietario del gallo ganador.
Esta vez se enfrentan un blanco y otro colorado, quienes empiezan la riña con un ‘toqueteo’ de cabezas. Luego, el colorado levanta sus patas y empuña la espuela en el pecho del blanco, las primeras plumas salen volando. Los dueños de las aves se emocionan y empiezan a arengar a sus titanes: “Dale mijito”, “dale colorado”. Al final, un espuelazo enmudece el palenque y el gallo blanco queda inmóvil. Los que le fueron al colorado cobran sus apuestas.