‘Acolita’, un salvavidas en el mar de angustia por el acoso en aulas de Quito

Susana Madera, Quito, EFE

Lo que para unos es un chascarrillo o un aparentemente inofensivo comentario sobre la apariencia física o posición social o cultural dentro de las aulas, puede hundir a otros en un mar de angustias -a veces con desenlaces fatales-, algo que se busca combatir en Quito, que registra altos índices de acoso.

A tenor de los resultados de una encuesta en más de treinta colegios municipales y particulares de Quito, el reforzar la lucha contra el acoso escolar, conocido también como «bullying», es una tarea urgente, a criterio de María Fernanda Pacheco, presidenta del Patronato San José.

Las cifras lo dicen a gritos: 83 % han sufrido acoso físico, 62 % se ha sentido molestado por su apariencia, 57 % no ha sentido respaldo por parte del departamento de psicología de sus colegios y más del 25 % no sabe a dónde acudir cuando son víctimas de acoso en los establecimientos educativos.

Con estos resultados, el Patronato concluye que se trata de un «tema generalizado» entre los jóvenes, que no saben cómo reaccionar y que les ocasiona problemas en términos de oportunidades de desarrollo, de plan de vida y de autoestima.

Y si son preocupantes las cifras obtenidas por el Patronato, tras acercarse a más de 20.000 alumnos en más de treinta colegios, el panorama empeora con datos del Observatorio de los Derechos de la Niñez y Adolescencia, una instancia de la sociedad civil, que apunta que «el bullying está entre las primeras causas de suicidio juvenil entre 12 y 17 años».

Son algunos de los datos que motivaron al Patronato a desarrollar desde este mes el proyecto «Acolita», que es una continuidad de la estrategia «Más que un reflejo», que lanzó en febrero pasado contra el acoso juvenil, y que aparece como un salvavidas en el mar de angustia que puede generar el «bullying» en los afectados.

Nos dimos cuenta de que en estos casos de vulnerabilidad, una de las cosas más productivas es crear canales de comunicación uno a uno con las personas afectadas», indica Pacheco a Efe.

Acolita», en referencia a «apoyo», permite a jóvenes de 14 a 18 años, el uso de tres herramientas de ayuda para denunciar: una llamada al 1800 ACOLITA (226548), un mensaje por el servicio de WhatsApp o conectarse a una conversación (chat) en vivo a través de la web del Patronato.

Al otro lado de esos canales, está un equipo de psicólogos para dar apoyo, acompañamiento y, sobre todo, confianza al afectado.

La titular del Patronato -para quien el acoso no está asociado a una condición socioeconómica sino que es «absolutamente transversal» en la sociedad- cree que los jóvenes «sienten mayor confianza» y apertura para contar su situación por WhatsApp que frente a frente.

Considera que el acoso no se limita a la capital de Ecuador, y basada en datos de una Encuesta Nacional de Niños y Adolescentes (2014) en todo el país, dice que el 63 % de alumnos molesta a otros por ser diferentes, que el 74 % insulta o se burla y que el 53 % sufre robos.

Con «Acolita», que comenzó este mes, el caso reportado no queda en una simple estadística. Una vez registrado, se procede con el acompañamiento y se remite el caso a equipos de psicólogos de cuatro casas regentadas por el Municipio.

En esos sitios, situados en distintos puntos de la ciudad, se dictan talleres para desarrollo de destrezas y capacidades en los jóvenes, se trabaja en la autoestima, la seguridad y planes de vida.

El Patronato no se ha olvidado de la otra cara de la medalla. Los agresores también reciben atención pues la estrategia no se enfoca en la sanción sino en el acompañamiento.

«Muchas veces están íntimamente relacionados los casos de los acosadores con situaciones de violencia intrafamiliar o de familias disfuncionales», dice al añadir que si logran contactar con el círculo familiar, plantean un apoyo integral.

«Acolita» también involucra a las unidades educativas y a los padres de familia para que tanto agresores como víctimas puedan tener apoyo, y busca espacios en escuelas de Psicología de Universidades para que allí se traten los casos más graves.

En 2015 -recordó Pacheco- se reportaron en el sur de Quito «25 suicidios juveniles asociados a causas de ‘bullying'» y por ello cuando ven casos extremos, trabajan con escuelas de Psicología para un apoyo más emergente.