En 1960 castro afirmó: «Nunca un pueblo entregó su peso con la confianza con que lo está entregando hoy el pueblo cubano; porque sabe que de eso no se perderá un solo centavo; porque sabe que hasta el último centavo se volverá tractor y se volverá crédito para los campesinos…». Según la «revolución», «liberó a campesinos y obreros de la explotación». Pero lo que no dijo es que los «liberaría» también de su propiedad privada, de su ganado, de su dinero y bienestar. Antes de la caída del muro de Berlín, los cubanos comían menos de 7kg de carne de res al año, 10 veces menos que en 1956. Hoy, comen menos de 1kg al año y tienen 1’500.000 vacas, menos que en 1956. En lo que sí se afianzaron fue en adoctrinamiento comunista generalizado desde preescolar hasta la universidad, a través de un sistema educativo de propaganda, que ha destruido la inteligencia emocional de ese pueblo, otrora libertario, democrático; porque el mito de potencia médica también fue publicidad engañosa. Esclavizan a médicos y enfermeros, a quienes envían a países con regímenes afines, a los que venden sus servicios por valores millonarios que los entregan a castro, quien les sustrae entre el 80 y 90% de su remuneración. A esa explotación, la llama «ayuda humanitaria». Por «brigadas médicas», los castro tienen ingresos de 9.000 millones de dólares anuales, lo cual es un atraco a la Nación anfitriona, porque la mayoría, además de no ser buenos médicos, son agentes del G2cubano que realizan en su perjuicio, actividades de contención y sabotaje. Con estos indicadores, todo aquel que proponga como ejemplo los regímenes de Cuba o Venezuela es un imbécil antipatria y quienes lo promuevan son idiotas traidores, porque la propuesta narco-comunista, es la mayor muestra de latrocinio y cinismo de parte de la dirigencia, ineptitud burocrática generalizada, pauperización y estupidización del pueblo. Basta leer la placa de la infamia, para darnos cuenta de que se trata de una organización criminal, con vínculos internacionales.
