Complicado panorama electoral

Cada día que pasa, en lugar de clarificarse el espectro electoral ecuatoriano, este aparece más complicado, con una afluencia de binomios, algunos de los cuales ya parecían imposibles, pero que luego de vueltas y más vueltas, aparecen cómo válidos y obtienen un certificado y un número, sea por acción del Consejo Electoral o de la Corte Constitucional.

Igual o peor situación se está viviendo con las listas de los Asambleístas, algunas de ellas conformadas con personajes nada significativos, poco conocidos y en algunos casos obscuros, con pendencias con la justicia y hojas de vida nada presentables.

Sin embargo, ahí están, campantes, desafiando a la decencia y a la honestidad, y también al sentido común, ese sentido al que se apela mucho, pero que anda cada vez más escaso en la desquiciada política nacional. ¿Cómo va la ciudadanía a entender lo que está pasando?, ¿a descifrar y diferenciar entre las personas decentes y quienes no lo son? En medio de la vocinglería y los gritos de tantos que aspiran a hacerse con un pedazo de la troncha electoral y por lo tanto a tener un espacio en el manejo de la cosa pública, ya de por sí tan esquilmada y disminuida, pero que seguramente resultará más afectada y vapuleada. ¿Qué diferencia hay entre el actuar bien, y quienes aspiran a llegar a un cargo de elección popular para blindarse del accionar de la justicia? Un blindaje que les impida pagar por los delitos y las rapacerías, y que les ponga en el camino de cometer otras, que destruyan lo poco que queda del Estado, de las finanzas y de la fe pública.

En medio de este terrible drama, debemos examinar las actuaciones y sus hojas de vida, y definir nuestro voto por quienes la exhiban limpia y tengan en su récord acciones en pro de la colectividad, dejando de lado a los gritones y a los delincuentes de turno.