Rasgos y murmullos

Conocí a Miguel Varea a través de un retrato en sepia colgado del despacho de presidencia de la Casa de la Cultura en Cotopaxi, era la primera década del siglo XXI, supe que esa adquisición al acervo plástico provincial se produjo en la presidencia de Edmundo Rivera.

Un iconoclasta del arte ecuatoriano del siglo XX, así será recordado Miguel Varea (Quito, 1948) quien falleció este jueves 16 de abril del 2020, a los 72 años de edad, a causa de una enfermedad que había mermado su salud desde hace algunos años; confinado a su oficio que asumió a temprana edad para dedicarse a la tinta, el grabado y el gran formato.

Con él fue posible, sin que sea un mural, fundir el texto y la imagen; hipertexto que diferenció su estilo plástico y tuvo elogios marcados por críticos de amplio renombre en el entorno y también foráneos, sin que ello desmerezca su talento innato. Nunca renegó su origen latacungueño, que por Varea y Maldonado lo asciende de sus padres y abuelos; la década del sesenta marco definitivamente como artista plástico cuando ingresó a la Facultad de Artes de la Universidad Central.

A lo largo de su vida empeñó más de 25 exposiciones individuales entre las más destacadas están ‘Dimes y diretes’ en la Alianza Francesa de Quito, en 1976; ‘Ver kon otros ojos las mismas kosas’, en la galería Gorem de Madrid, en 1978; y ‘Sobre las vistas’, en La Galería, en Quito, en 1980; también apegado con su incansable irreverencia y critica al sistema publicó varios libros entre ellos ‘Una estétika del disimulo’, ‘Sobredosis Patriótika’, ‘A la luz de una esperma nuevecita’, un libro de poemas que se publicó en mayo del 2015 y una serie de entrevistas de revistas, periódicos y audiovisuales que justificaron su presencia en el gran diccionario de artistas; hasta siempre Miguel Varea hombre de rasgos y murmullos.