El sacerdote

Andrés Pachano

El sacerdote Tuárez ha sido capaz del milagro de multiplicar -no los panes ni los peces- sino el desprestigio del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, creado para la concentración del poder. Este sacerdote es quien hoy lo preside y lo lleva presuroso al abismo.

Afanes de caudillo hicieron del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social una entidad para hacer y deshacer de la frágil institucionalidad de la nación, para poner y disponer de funcionarios genuflexos encargados del control (hasta del pensamiento), dóciles para ejecutar acciones punitivas; esa entidad hoy está llegando a su sima y, en el evento de una consulta popular, será muy difícil que superviva y se mantenga como lo fue: el quinto poder dependiente y sometido al ejecutivo; a este derrumbe que parece incontenible, abona con eficacia el sacerdote Tuárez; le ha hecho un flaco favor a esta desprestigiada y ahora desvencijada Institución, su actitud la deja sin asidero en la confrontación a la que está expuesta cuando crecen las expectativas por su eliminación.

Otro pudo ser el destino de esta novelería constitucional, que con falta de originalidad fue replica de la idea española del siglo XXI (¿ideología?), impuesta a Chávez en Venezuela y a Correa en el Ecuador; si hubiera habido un criterio absolutamente democrático, otro sería el resultado y con seguridad el inefable sacerdote, no habría trascendido más allá de su parroquia.

La falsedad documental que le ha permitido a Tuárez optar por una candidatura a vocal de este Consejo; el uso poco ético de su investidura sacerdotal para ser candidato y ganar unas pírricas elecciones; su indudable cercanía y práctica política partidista, eran razones suficientes para desconfiar de él y de la probidad de una vocalía que esta instancia de poder exige. Con esos antecedentes, su ulterior elección (cuasi rocambolesca y con claque propio) como presidente de este organismo, le sitúa al Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, en el abismo de la falta de credibilidad ciudadana, pocos son los convencidos de su utilidad. ¡Flaco favor! el realizado por el inefable Sacerdote.

“Haraquiri” del Consejo y su presidente.