La lección de El Retorno

Quién no recuerda el mito del Ave Fénix, aquella ave fabulosa que, según nos narraban nuestros maestros de Literatura, cíclicamente moría sobre una pira y renacía luego de sus propias cenizas en Heliópolis (Egipto).

Los ibarreños de 1872, en su interior, debieron haber experimentado el aliento de aquella ave fabulosa, para emprender resueltamente su retorno, desde los llanos de Santa María de la Esperanza hasta a aquellos sitios que dejaron en 1868, luego del dantesco terremoto que arrasó sin misericordia lo que se había plantado desde la fundación de la Villa de San Miguel de Ibarra. Sin duda alguna, los 147 años de El Retorno, pone de relieve la presencia del espíritu de lucha y de superación para comenzar de nuevo, voltear la página oscura y poner un hito glorioso en la historia de nuestra ciudad. Y es que la efemérides del 28 de abril, tiene carácter fundacional, que hinca sus raíces en la segunda siembra del árbol fecundo de la ibarreñidad, donde 266 años atrás el Capitán Cristóbal de Troya, levantó los pendones de la institucionalidad jurídica del Cabildo de la Villa de San Miguel de Ibarra.

La lección de El Retorno debe motivarnos a los ibarreños de hoy al esfuerzo creativo que busca limpiar los escombros del pasado para empezar de nuevo. Hay tantos escombros que han ido dejando la delincuencia, la mentira, el hurto, la calumnia, la lujuria, el fraude, la pereza, la violencia, la injusticia social, la corrupción. Si de verdad queremos una Ibarra progresista, con identidad propia, preciso es que cada uno de los ibarreños debemos retornar por los fueros de la verdadera grandeza, la que se alcanza con la virtud, la que eleva la voluntad y el carácter, la que le sitúa en la posición inconfundible del deber y en la cúspide ideal del honor.