Ancestro y genealogía

MIGUEL ÁNGEL RENGIFO ROBAYO

Me declaro neófito en los asuntos que comprenden la línea que va hilvanando la sabia del ancestro, la ascendencia, la descendencia, entiendo que la labor metodológica de la genealogía debe ir agotando las fuentes para abordar documentos, fotografías, testimonios orales, es un trabajo delicado, respetable, porque llegamos al afecto, al origen de una familia, por ello hay que comportarnos con una altura sinigual.

Hay que entender que el origen de la gente es sagrado, no hay que atiborrarse de algunos detalles, varían las cuotas, cada vez nos llegamos a convencer de que somos y estamos hechos del mismo barro humano.

Hay que estudiar con disciplina, nutrirse primero de las ciudades, porque es el detalle deslumbrante donde uno se reconoce; he pedido auxilio a quienes por interés, tradición y empeño han legado su vida al estudio de la genealogía de un país como el nuestro, y tabular sus nombres creo no sería necesario más que por el honor a esa verdad.

Nicolás Maldonado Chiriboga entraña bajo el título de Juan Miguel Iturralde Oteiza, un Navarro en Latacunga, personaje que viene a la Audiencia de Quito a principios del siglo XVII para establecerse en Latacunga de manera definitiva, formar su hogar y permanecer allí hasta el día de su muerte.

Un tratado de genealogía que desde ya trasciende con motivos ultraístas elogiables sobre el interés y empeño de la Asociación de Cotopaxenses Residentes en Quito (ACRQ), el del Centro Nacional de Investigaciones Genealógicas y Antropológicas (CENIGA), la editorial Novel Editores la publicación del primer volumen de la serie Latacunga antigua y su gente.

La construcción de la gran memoria histórica nacional tiene sus aportes, creo, en mayúscula proporción, en solventar la identidad de esta ciudad a través del bagaje histórico que la reivindica y que se produzca a través de la edición de este valiosísimo libro que detalla a Juan Manuel Iturralde como tronco familiar de miembros que han aportado al orgullo ecuatoriano.