Adagios y verdades

Por: FAUSTO MERINO MANCHENO

A rey muerto ¡Viva el rey! Se refiere a que al finalizar las prebendas que otorga el poder, el sucesor es ahora el merecedor del respeto, admiración y adulo de parte de sus vasallos, amigos y consejeros, que sirvieron al rey antiguo. Así ha sucedido con Rafael Correa. Terminado su periodo presidencial y su poderío en todos los campos que abarcó, muchos adláteres, seguidores y amigos dizque incondicionales, tardaron muy poco en ignorarlo y aún en denunciarlo. Esto es lo que más debe lastimar su egolatría.

¡Quien siembra, cosecha! Y ¡Con la misma vara que mides serás medido! Quiere decir que el odio visceral, el lenguaje ofensivo, la amenaza pendiente, la ironía insultante, el desprecio hacia determinado grupo de ciudadanos que ‘osaron’ cuestionarlo, todo esto y mucho más, ocasionaron una repulsa de odiosidad reprimida que estalló cuando dejó de ser todopoderoso y se autoexilió en el ático belga.

Se le ha dicho de todo, multiplicado por diez. Sus miles de seguidores, conscientes del latrocinio perpetrado por sus amigos más fieles que ejercieron las más importantes y millonarias funciones de inversiones, se han desmoronado como un castillo de naipes y los malhechores van cayendo uno por uno en manos de la justicia. Debieran ser condenados no solo a la cárcel sino a que devuelvan al país los cientos de millones de dólares recibidos estafando al estado.

¡Haz confiado la oveja al lobo! ¡La ingenuidad suele parecerse al descaro! Si desconocía la voracidad y picardía de sus fieles amigos como Glas, Pólit, Capaya, Ricardo Rivera y la caterva de jerarcas enrolados en la mafia correísta, pecó de ingenuidad, porque encargó al lobo a cuidar las ovejas patrimonio del Estado.

Pero esta ingenuidad huele a disculpa del vivo que se hace el tonto para disimular sus maldades. Y tampoco fue ingenuidad pedir a Lenín Moreno que sea el candidato que lo reemplace en funciones. Correa conocía del peligro de perder las elecciones, si intentaba reelegirse.

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