Se pierde el tiempo

Mario José Cobo

Tic, Toc, Tic, Toc… suena el reloj, la hora marca las diez. Se pierde en el sonar de las campanas de la parroquia de la merced Don Juan, que se va alejando de su casa en la obscuridad de la noche de la humanidad, en dónde; según él, “se pierde el tiempo… se pierde el tiempo”.

Elisa ha dejado abierta la puerta en donde los moscos entran a robarle el ánimo, mientras su hija Luz apaga la vela para irse a la cama. Luz le tiene miedo a la inseguridad de la obscuridad, cree en lo que no puede ver… pero le tiene pavor a lo que seguramente se avecina como sentencia de necedad. Guerra de aguas… charcos secos… flores en desierto, “que triste un mundo sin velo”. Huracanes y clima absurdo… opresión mujeriega y guerra que se queda sin paz, “lleva valor enfrentarse al mortero con la cerilla encendida y el cigarro roto”.

“Se pierde el tiempo… se pierde el tiempo”, se repite entonces Don Juan, que baila y canta bajo la lluvia, mientras en su memoria aparece la basura no reciclada y la luz que ha dejado encendida en medio de la cocina… “Así no salvamos al mundo Juancito”. Mira al sol menguante y a las mil estrellas contadas que divisa en medio de la noche… “¡Bueno no soy el único! Alguien dejó medio prendido al cielo…”

Así entonces el padre Ernesto reza el Ángelus fuera de tiempo, porque fe le sobra y Dios le escucha en su casa… él también tiene miedo de quedarse sin cielo… porque como van las cosas, ni doña Lola vendrá con su perro salchicha a rezar en el altar. “Se pierde el tiempo… se pierde el tiempo”, Tic, Toc, Tic, Toc…

Y don Juan sigue corriendo… deprisa va sintiendo… llega despeinado a la tienda de la cuadra mayor en donde hacen turnos de noche. “¿Tiene aceite para la lámpara?” le pregunta a la niña que se ocupa del mostrador… Don Juan esta exasperado “Como me coja las doce y no tenga aceite… por ahí me quedo sin entrar”.

“Señor, ya son la una…”

“¡Uy! como se pierde el tiempo… se pierde el tiempo”.