La muerte de la verdad

Carlos Freile

El mundo contemporáneo, hijo de Nietzsche y nieto de Lutero, no acepta la verdad única y absoluta. Por un lado se queda con la llamada autenticidad, cómodo refugio para justificar la plenitud del egoísmo y la soberbia; puerta de escape para todas las corruptelas deshumanizantes y desintegradoras. Por otro, se anquilosa en la opinión individual como referente sin cotejos de la propia conducta, fuente de una eticidad circunstancial, pasajera, contradictoria. Este posicionamiento individual frente a la realidad pareciera inocuo y estéril, pero luego se prolonga hacia el exterior del sujeto; si ya no existe un modelo o parámetro para adecuar las obras o las omisiones, todo se vuelve posible, cada quien puede construir un mundo a su antojo.


Lo olvidado es el hecho de que los demás harán lo mismo, con lo cual recaeremos en el “Bellum omnium contra omnes” (La guerra de todos contra todos) de Hobbes; por eso, algunos iluminados, autoproclamados líderes de las masas acríticas, tratan de tomar el poder del Estado para imprimir en la socieadad sus tétricas visiones de perfección, igualdad y progreso. Al negar una base sólida, trascendente, para fundamentar los valores, los chacales de la utopía imponen sus criterios como si se tratase de la opinión mayoritaria de la sociedad.


En este momento se inicia el asesinato sistemático de la verdad: un tirano repelente se convierte en líder fraterno; un megalómano enfermizo se presenta como el servidor del pueblo; un asesino despiadado pasa a ser objeto de admiración por haber otorgado dignidad a su pueblo; un hambreador figura como benefactor masivo; un maestro depravado en torturas es galardonado como el campeón del humanitarismo planetario. En fin, la lista podría seguir: el océano de mentiras cubre con sus pútridas aguas la verdad monda y lironda: murió un déspota, destructor de su propio pueblo. Pasarán siglos antes de que la dictadura de los políticamente correctos sufra algún pequeño desgaste, porque la masa prefiere equivocarse con los que mandan que sacrificarse por acertar con la verdad.


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