Escasez de seriedad

El Gobierno es poco serio sin llegar siquiera a jocoso, porque carece de humor y le sobra mal humor. La falta de seriedad siempre es la mezquindad con que se hace una cosa. Es imperdonable la poca seriedad con que maneja las amenazas de una erupción del Cotopaxi y la llegada de El Niño, más con el fin de distraer que el de afrontar los posibles daños.


Utiliza un ‘Decreto de Excepción’ para controlar a la prensa e inunda de propaganda más que de información. Intenta hacer olvidar lo de las enmiendas, las manifestaciones y los problemas económicos que se nos vienen, todo para asegurar un futuro político, no de un partido o movimiento sino de una persona.


El Gobierno habla de diálogo y arremete toscamente contra el Arzobispo de Guayaquil (lo ratifica el Presidente), trata a los indígenas de fracasados porque no aceptan su patronazgo, a la prensa ataca porque es independiente de su proyecto, a los trabajadores de revoltosos porque no son sumisos. Con infinito amor presenta una protesta al Nuncio Apostólico porque ha opinado un obispo.


Archivó lo que dijo el papa Francisco: “No hay que quitar el cuero a nadie”. Mujeres gordas, gente pequeña, ecologistas, curas, periodistas, son denostados sin gracia y a veces con perversidad, entre desafinadas canciones protesta de hace cincuenta años y bocados del día. Tiene todo el poder para dictar leyes, imponer censuras, dictar sentencias, enmendar la Constitución. Olvida que el “poder, cuando es excesivo, dura poco” (Séneca).


En lo económico el Jefe de Estado aseveró que “lo peor ha pasado”, lo cual es una muestra de escasa seriedad, pues la crisis apenas comienza. El manejo serio y prudente de la economía nunca fue su fuerte. Cree que todos los que opinan o se le oponen son enemigos.


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