Las peleas de gallos, tradición que cada vez toma más fuerza

J. GALLOS 1
COSTUMBRE. Decenas de personas se reúnen para presenciar los combates que no duran más de ocho minutos.

En ocasiones los premios sobrepasan los mil dólares. También se paga al que gane en menos tiempo.

Sus nombres no importan, pero sí su peso y tamaño.
Aunque son los protagonistas de la noche muchas veces no salen bien librados e incluso algunos mueren en el intento de dar una victoria a sus dueños.
Las peleas de gallos traspasan fronteras y que se ha quedado atrapadas en el tiempo.
Forman parte de la cultura popular, de las fiestas y de la vida de muchas personas que ven en ellas la oportunidad de generar ingresos, encontrarse con los ‘panas’ y hablar de diversos temas, acompañados de una o varias botellas de cualquier bebida alcohólica que esté disponible.
En El Empalme (provincia del Guayas) son innumerables el número de galleras que hay.
Lo que sí es cierto es que cada vez que se arman peleas arriban aficionados de todos los rincones urbanos y rurales de la localidad; incluso llegan desde cantones cercanos como Pichincha (Manabí) Balzar (Guayas), Quevedo, Mocache y Buena Fe (Los Ríos).
El número de asistentes es mayor cuando se corre la voz que se jugarán grandes cantidades de dinero o animales como vacas, toros o cerdos.
‘‘Todo depende de la fecha, del número de jugadores, se avisa con tiempo para que las personas se organicen y asistan’’, indicó Junior Vélez, quien tiene una gallera en el recinto San Cristóbal, perteneciente a la parroquia rural Guayas.


La semana anterior hubo peleas en este sitio.
En carro, moto, bicicletas y a pie iban poco a poco llegaban los propietarios de los gallos y quienes estaban dispuestos a apostar y confiar en la suerte.
De allí se reunieron para comparar a los animales y enfrentarlos, según ellos en igualdad de condiciones.
Es decir, que su peso y tamaño sean semejantes para que no existan ventajas.

Preparación

Una vez que se acepta la pelea, se acuerda el precio de la apuesta que por lo general es de más de $50.
Antes de “salir al ring” pasan por el “taller” en el que les ponen las espuelas de carey o plástico que son adheridas a las patas con cera caliente.
Luego, en la gallera, de forma circular, los jueces hacen una especie de prueba de dopaje a los animales antes del último paso del ritual.
Todos salen del escenario, a excepción del juez y los propietarios de los gallos, estos últimos los acercan y separan como un reconocimiento previo a la pelea.
Se programa el cronómetro para una cuenta atrás de ocho minutos (lo que duran actualmente los enfrentamientos) y empieza el espectáculo.
“Yo vengo porque me gusta, traigo a mis animales para que peleen, trato de asistir a las galleras que más pueda’’, refiere Ariel Briones, por lo regular viaja desde el centro del cantón acompañado de familiares y amigos.

Apuestas

La adrenalina sale a ‘flor de piel’ en el momento en que la pelea está en su máximo tope.
Y obvio, las apuestas entre los aficionados no se hacen esperar. Desde todos los extremos se escucha: ‘‘Voy cinco por el pata amarilla’’ (depende del color de las cintas atadas a las patas) y se espera que otra persona acepte, con señales se cierra el trato.
Los gritos son más fuertes cuando un gallo picotea al otro y parece que lo ‘noquea’.


‘‘Una vez un señor perdió $300 en una sola pelea, sacó el dinero y lo pagó como si nada (…) él solo aceptó todas las apuestas del público’’, recuerda Benito García, gallero ‘viejo’ como él mismo se considera ya que lleva más de 50 años asistiendo a las galleras no solo de este cantón, sino también de las ciudades aledañas.

Comercio

En ciertas galleras se cobra la entrada cuando los premios son mayores, en otras el acceso es gratuito.
En su interior también se pueden degustar delicias propias de la zona.
Entre los productos se encuentran empanadas, corviques, arroz con pollo, salchipapas; los cuales se acompañan de bebidas como gaseosas o jugos de frutas de temporada.
En cuanto a alcohol, la mayoría de personas optan por el popular ‘currincho’ o ‘guanchaca’.
‘‘Es más barato, dura más y no hace tanto daño’’, indica entre sonrisas Vicente Mendoza, de 56 años de edad.
Hay quienes prefieren la cerveza y otros llevan su propio alcohol.
‘‘En mi caso reunimos con los muchachos y compramos una o dos botellas de whisky, así ‘vacilamos a lo bien’, dijo Carlos Mena, forma parte de cada espectáculo que se realiza. Entre las galleras más populares de El Empalme están las situadas en San Cristóbal, El Marañón, Los Naranjos, La Barbarita y San Antonio, todas en el sector rural. Hay otras dos reconocidas en el área urbana y en ocasiones se llevan a cabo peleas de gallos de gran renombre con premios de hasta más de mil dólares. (JO)