Por: María Rosa Vélez Burneo, médico familiar/ paliativista.
La eutanasia, aunque buscada como alternativa ante el sufrimiento extremo, revela la paradoja del poder y la impotencia humanos.
“Todo individuo tiene derecho a la vida”, señala la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Respetar, defender y promover la vida es el primer deber ético del ser humano para consigo mismo y para con los demás; tiene una validez racional y universal propia. El respeto a la vida humana es uno de los ejes primarios sobre los que se ha desarrollado la conciencia ética de la sociedad.
El ser humano tiene una dignidad que siempre ha de ser respetada, y está siempre presente y siempre igual en todos y cada uno de los hombres y mujeres: valorar quién se es y no qué se es.
La expresión «morir con dignidad» implica ciertamente que hay maneras más o menos dignas de morir. Si las peticiones en favor de una muerte digna están aumentando, es porque cada vez hay más gente que ve cómo otros mueren de un modo menos digno y temen que les ocurra lo mismo a ellos o a sus seres queridos.
La eutanasia es el acto de provocar intencionadamente la muerte de una persona que padece una enfermedad incurable para evitar el dolor y el sufrimiento.
Pedimos la Eutanasia porque creemos que no existe más que una alternativa para el sufrimiento extremo: el acto de provocar deliberadamente la muerte.
La Eutanasia revela paradójicamente el poder y la impotencia del hombre. El poder de disponer de la vida ante su impotencia frente a la muerte. El poder de dar muerte ante la impotencia de librar al otro del dolor, de la soledad y de la angustia. Un poder que procede de su impotencia. Un poder que revela la profunda debilidad, incapacidad y contingencia del Ser humano. Un poder, a fin de cuentas pobre y aniquilante.
Ni el ensañamiento terapéutico, ni el abandono del enfermo, ni la eutanasia son respuestas éticas a la situación terminal. Según la Organización Mundial de la Salud, la Medicina paliativa es la solución, y califica como innecesaria la legalización de la eutanasia, recomendando concentrar esfuerzos en la implantación de programas de cuidados paliativos.
Es por esto que, se precisa que el Estado Ecuatoriano garantice a los enfermos en fase terminal los Cuidado Paliativos como derecho del individuo en cualquier lugar, circunstancia o situación, a través de las diferentes estructuras de la Red Pública Integral de
Salud (Rpis), en el primero, segundo y tercer nivel de atención. El progreso científico de la Medicina no sería tal si no se consigue garantizar una vida y un proceso de morir dignos a los enfermos que atraviesan su fase terminal.