Le salieron plumas

Ugo Stornaiolo

“Nosotros no estábamos pensando en tumbar al Presidente. Claro que podíamos tumbar y teníamos que tumbar. Podía caer Lenín. Iba a caer Lenín. Pero ¿quién asumía?”, dijo Jaime Vargas en Guatemala. Uno es dueño de lo que piensa y esclavo de lo que dice. La sabiduría popular aconseja “pensar antes de hablar”. Tratándose de este personaje, habría una intención en sus frases o un síntoma: el movimiento indígena está en elecciones primarias, entre Iza, Yaku y Vargas.

Jaime Vargas es otro al que el poder mareó. Lo suyo no es un cuarto de hora de fama, porque los hechos de octubre le generaron a él y al movimiento indígena simpatías en el denominado “progresismo” o izquierda. Un izquierdismo que, siendo un coctel de “ismos” -animalismo, ecologismo, indigenismo, feminismo, pachamamismo, lgbteísmo- busca ahora, en los escritos del marxismo anacrónico, entender el concepto del “proletariado indígena”.

Complicado comprender los disparates del líder indígena. Desde aquel llamado a la insubordinación cuando exigió a los militares en el ágora de la Casa de la Cultura a “deponer al patojo de m…” o su declaración en la Fiscalía de “haber ordenado cerrar las llaves del petróleo, pero que no se perdió nada, porque seguía ahí guardado”. Peor cuando se le fue la lengua al declarar que iba “a organizar un ejército indígena”.

Pero, lo de “segundo presidente” o “segundo mandatario”, dichos en Guatemala (que le costó ser expulsado de ese país por orden del presidente Gianmattei) y en Cuenca, demuestran que estamos ante el nuevo “deslenguado” de la política ecuatoriana, cuyos antecedentes lejanos se remontan a personajes como Arosemena Monroy y Bucaram Elmahlin y que, en la actualidad, tienen como modelo a los expresidentes Abdalá Bucaram y Correa.

“Abdalá con plumas”, se le apoda en redes sociales o la versión criolla -agárrense- de Pol Pot (sanguinario tirano), genera un escenario peligroso para el país si Vargas -y quienes lo secundan- capta el poder, convirtiendo al Ecuador en una especie de Camboya latinoamericana, con consecuencias imprevisibles.

Cierto es que otras tendencias políticas ofrecen muy poco. Pero, el riesgo es que la contienda electoral de 2021 se convierta en un concurso de “hablar estupideces” y no de proponer soluciones a la crisis que va en aumento y, como el coronavirus, amenaza con aniquilar la ya frágil democracia ecuatoriana.

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