El inicio de una tradición textilera

Lugar. La Fábrica Imbabura fue recuperada en 2008 y pasó a ser un museo y centro cultural.
Lugar. La Fábrica Imbabura fue recuperada en 2008 y pasó a ser un museo y centro cultural.

Redacción IMBABURA

El martes 6 de mayo de 1924, la historia de Antonio Ante estaba a punto de cambiar, cuando la primera piedra para la construcción de la Fábrica Imbabura fue colocada.

Desde entonces, cerca de 1.000 trabajadores emprendieron la obra con una labor diaria de entre 10 a 12 horas, durante seis días a la semana. La llegada del ferrocarril se constituyó en la razón fundamental para que se termine la época de los arrieros y facilitó el transporte de las máquinas.

Dos años después y con una gran infraestructura, la Fábrica Imbabura empezó a tejer una nueva época para Atuntaqui, donde hombres y mujeres anteños elaboraban telas e hilos que se comercializaban en todo el país, según una reseña del Municipio de Antonio Ante.

“El progreso de los pueblos depende de los factores económicos. Con la implementación de la Fábrica Imbabura se abrió el camino para la cantonización, porque hasta esa fecha era parroquia rural de Ibarra. Es así que el 12 de febrero de 1938 se emite el decreto de cantonización por el general Alberto Enríquez Gallo, jefe supremo de la República”, exponen.

Progreso

A partir de la instalación de la fábrica llegó la energía eléctrica, se abrieron caminos, obras de infraestructura básica, pues se portaba con el 2% de todas las ventas para el Concejo Municipal.

En la década de los años 30, 40 y 50 del siglo pasado, la calidad de sus productos, el buen sistema de mercadeo, el prestigio y acogida de sus telas permitió a la fábrica y a sus trabajadores disfrutar de una estabilidad económica reflejada en un sistema de vida material y socialmente dignos.

Para finales de los años 50, más de 1.000 personas trabajaban en la Fábrica Imbabura, un número muy amplio si se considera que los habitantes de la ciudad no superaban los 3.000.

“Con el paso del tiempo, el no actualizar la maquinaria aumentó los costos de producción en relación a la competencia. Además, para poder competir se bajó la calidad de la materia prima utilizada y, adicionalmente, Colombia empezó a producir telas de buena calidad. Todos estos factores hicieron que existieran problemas de liquidez”, informan.

Quedó el legado

La Fábrica Imbabura cerró sus puertas y con ello centenares de personas se quedaron sin empleo, pero el espíritu trabajador que los anteños heredaron hizo que no se dieran por vencidos.

Así fue como montaron, con sus conocimientos adquiridos, pequeños talleres de confección, gracias también a la aplicación del modelo de sustitución de importaciones en el país, con créditos blandos, protección arancelaria, ley de fomento artesanal.

Así, Atuntaqui se convirtió en un lugar en donde el silencio era interrumpido por el sonido de las máquinas textiles que ocupaban parte importante de los hogares y los visitantes llegaban hasta los pocos almacenes que existían, pues la mayoría de productores prefería viajar con su mercadería hasta Quito, Ambato, Guayaquil, Tulcán y la Costa para vender sus prendas.