Tiene la palabra el camarada Mauser

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Por Manuel Castro M.

SOCIALISMO CON SABOR A EMPANADA Y VINO TINTO

Frente a los problemas estructurales de América Latina: pobreza, racismo, desigualdad, parálisis y falta de desarrollo económico, que la colocan en un tercer mundo, Chile, con una democracia sólida, fue el país que mejor se desarrolló en el siglo pasado, desde luego sin superar los males endémicos de la región señalados. De aquello surge una insurgencia sobre todo en jóvenes idealistas, aunque dogmáticos, inspirados en el marxismo o de una izquierda radical.

Tras varias fracasadas incursiones electorales triunfa en libres elecciones en,1970, el socialista doctor Salvador Allende, de gran formación intelectual, un caballero elegante pero lleno de ideas revolucionarias, inspirado en la revolución cubana y en la política marxista imperante en la URSS, pero ajeno a la violencia para lograr la ansiada revolución, tanto que apostaba por construir el socialismo a la chilena, “con sabor a empanada y vino tinto”.

LA POLÍTICA MESURADA Y GRADUAL NO CONVENCÍA A LOS REVOLUCIONARIOS
Más tal política mesurada no convencía ni al partido comunista ni a la izquierda revolucionaria, el MIR, alentados por una juventud rebelde, de clara inclinación marxista, que exigían a Allende pasar del incipiente socialismo de su régimen a convertir a Chile en un Estado socialista como Cuba, unos, otros como la Unión Soviética, división que a la postre pesaba. Impulsado por tales fuerzas Allende decidió avanzar y concretar su revolución socialista. Lo que sucedió a continuación es historia conocida: Allende fue depuesto, se suicidó y vino el gobierno represivo y vengativo de Pinochet, que dividió hasta ahora a Chile, por un odio latente entre las diversas facciones. Pero la historia no ha sido completa y cabe conocerla en su integridad, lejos del mito y leyendas forjadas al amparo de dogmatismos y de dividir a dicha sociedad en buenos y malos, sino reconocer que los humanos no somos perfectos, aunque hay la esperanza de ser perfectibles.

LOS CONVERSOS
Es importante conocer en forma objetiva el pensamiento y la descripción de tales hechos sucedidos en Chile, de personajes, de conocidos escritores, que casualmente militaron alternativamente en ambos bandos, desde luego con fe revolucionaria y luego con análisis históricos reales y ya lejos de influencias partidistas y dogmatismos políticos, cerca de cierto pragmatismo y con amplia libertad de pensamiento.

Es el caso de Roberto Ampuero, uno de los escritores más leídos y que su obra ha sido traducida a catorce idiomas, quien militó en las Juventudes Comunistas de Chile, a las que renunció en la Habana en 1976. Y de Mauricio Rojas, profesor universitario y escritor, quien en su juventud fue militante de la izquierda revolucionaria (MIR) y se exilió en Suecia en 1974, para evitar la represión del gobierno militar chileno. Fue miembro del Parlamento de Suecia de 2002 a 2008.

Ambos publicaron en el 2015 en Chile un libro titulado “Diálogo de conversos” del que afirma Vargas Llosa que es “un jaque mate a las utopías estatistas, colectivistas y autoritarias del presidente Maduro en Venezuela y compañía y de quienes creen todavía que la justicia social puede llegar a América Latina a través del terrorismo y las guerras revolucionarias”.

EL IMPACTO ROMÁNTICO DE LA REVOLUCIÓN CUBANA

Roberto Ampuero afirma que miraba la Revolución Cubana desde un punto de vista romántico, pero que nunca le pareció un modelo para Chile; que para él, un comunista convencido, conocedor  del “Manifiesto Comunista” de Marx y Engels y de los libros sobre materialismo histórico, los modelos eran la Unión Soviética, Bulgaria o la República Democrática Alemana, no el caudillismo tropical ni la vía armada de Castro.

Que otro factor fue la vía electoral de Allende, omnipresente en Chile con sus discursos en la radio y las manifestaciones.

Que le preocupaba una contradicción en Allende: se proclamaba marxista y masón al mismo tiempo, un imposible desde el punto de vista estrictamente marxista, que era una filosofía atea, que rechaza la existencia de un ser superior y que propugna la dictadura del proletario. Que dejó las Juventudes Comunistas (JJCC) en 1976, en la Habana, decepcionado del rostro de la Revolución Cubana en lo económico y político; que allí se dio cuenta de dos cosas: Que diario “El Mercurio” mentía, pues la vida en Cuba era peor de lo que contaba ese diario, y que los compañeros chilenos no comulgaban para nada con lo que  veían en Cuba, porque el desastre era evidente, pero que no expresaban su crítica por oportunismo o hipocresía, convencidos que “hay mala gente que supuestamente merece la represión política.” (Bernard-Henry Levy).

Mauricio Rojas cuenta que,  por su exaltación revolucionaria,  miraba a su abuelo -su mentor- como una reliquia del pasado y que su advertencia “No seas soberbio” le resbalaba, aunque era un llamado a no jugar a ser Dios, a entender las limitaciones del ser humano y a que no se puede aspirar a construir utopías perfectas, porque la perfección no era de este mundo, ni tampoco el “hombre nuevo” que propugnaba un marxismo proclamado científico, aunque se sustentaba en la fe en su doctrina, pues era una religión atea. Pasado los años concluía Rojas: “Nuestro mundo debe estar hecho a la medida humana…Esa es para mí la base antropológica, por así decirlo, del liberalismo, que no quiere negar lo que somos ni imponernos hormas que no calzan con nuestra naturaleza, sino construir algo mejor sobre y para nuestra imperfección.”

POSE Y SIMULACRO
Roberto Ampuero afirma que la realidad revolucionaria de entonces tenía mucho de pose y simulacro. Barbas y aspecto descuidado, ajenos a los intereses materiales y obsesionados por el poder político y económico para regalarle a las masas la prosperidad, la igualdad, la justicia y el avance del socialismo, y excluir a los que se oponían, la despreciable burguesía, el imperialismo y lo sujetos que están a su servicio.

Campeones para ser solidarios con los recursos de otros, remata.

Completa Rojas: Había que ser muy malo o muy vendido para oponerse a la instauración del paraíso en la tierra, pero la única pregunta que con el tiempo fue quedando por contestar era “de quien iba a ser el funeral”, que en todo caso “las campanas ya empezaban a doblar por el viejo Chile y su democracia.” Y asienta: alharaca revolucionaria, debíamos criticar y tomar las armas, criticar las armas oficiales, sembrar el terror, y sucedió lo trágico: vino el ejército y nos aplastó.

CONDENAN EL GOLPE MILITAR PERO NO HAY EXONERACIÓN DE CULPAS

Por supuesto ambos dialogantes condenan el golpe militar en Chile del 11 de septiembre de 1973 y su secuela de represión, crímenes, persecuciones políticas y venganzas ideológicas. Pero cuentan que en ese día los dirigentes se hicieron humo, los líderes universitarios los que llamaban permanentemente a defender al gobierno hasta las últimas consecuencias no aparecieron por ningún lado, no hubo reuniones y se impuso el dicho que “soldado que arranca, sirve para otra guerra”.

Asientan que fue una gran traición y que así “pagaron muchos justos por pecadores”. Se dedicaron los camaradas leales a quemar y destruir documentos y listas de alumnos revolucionarios en la Escuela de Letras, arriesgando ellos sí la vida, cumpliendo con su “deber revolucionario”.

Comentan que a Allende lo dejaron solo, quien con gran valentía y, por lo menos ese día, con gran sentido de responsabilidad, pidió tranquilidad para evitar una masacre de grandes proporciones. Reconocen que fue “grande en su muerte”, Narran que antes del golpe, en 1973, organizaron marchas violentas al grito de ¡Pueblo, conciencia, MIR,MIR!, armados de palos en las manos; querían destruir el mundo, era el terror revolucionario en acción.

Rojas se preguntaba “¿Y sí ellos ganan? Y no me cupo la menor duda que en ese caso el gusto que no estábamos dando, allí y en toda Chile, lo pagaríamos con creces.

No habría perdón, como tampoco nosotros estábamos a perdonar si ganábamos la partida. Así aportamos a la destrucción de todo sentimiento de amistad cívica en nuestro país.” Roberto Ampuero concluye: “Pero la mayoría de quienes azuzaron a nuestro pueblo a tomar el camino del fratricidio callan o se fueron en democracia con los labios sellados al otro mundo.

CREARON EL MONSTRUO QUE LUEGO LES DEVORARÍA
Convienen que ellos crearon el monstruo que luego les devoraría y que esa es la gran responsabilidad de la izquierda chilena. Afirman :”Si, nosotros estuvimos en la primera línea en la obra de destrucción de la democracia chilena y que luego vinieron los tanques y los generales para concluir de manera bárbara lo que nosotros habíamos iniciado: el terrorismo de estado que le impusieron a Chile, pues  no hubo una guerra de verdad, pero no porque no la hayamos querido, sino porque simplemente no tuvimos conque hacerla.” “Si en algo nos especializamos fue en destruir la democracia en Chile, de hecho y de palabra. Lo que pasa después es que como la república ya estaba muerta, vinieron  los militares a enterrarla.” Anotan que la gente aterrada miraba a tales revolucionarios incendiarios gritando “”Expropiar, expropiar es mandato popular” o “Momios al paredón, momias al colchón!”. Finalmente dicen: “Eso era el país antes del golpe de estado.”

TIENE LA PALABRA EL CAMARADA MAUSER
Rojas se acuerda algo sintomático de esa época: la portada de la revista mirista “Punto Final” unas semanas antes del golpe, donde se lee a toda primera plana: “Tiene la palabra el camarada Mauser” (marca de fúsil), tomado de un poema revolucionario de Mayakovski en el cual se dice  algo que era el exacto reflejo del Chile de entonces: “Las discusiones sobran. ¡Silencio oradores! Tiene usted la palabra, camarada Mauser”.

LOS ERRORES DEL RADICALISMO
En “Diálogo de conversos”, Ampuero y Rojas, detalladamente recuerdan su pasado y los errores del radicalismo, e invitan a extraer lecciones de esa historia para recuperar el profundo sentido de la amistad cívica en que se basa la democracia, así como la credibilidad en la política, los riesgos de la polarización política, y proponen otro futuro para nuestra región. Sugieren estudiar a fondo la tragedia que sucede en Venezuela bajo la égida del chavismo continuada con Maduro y lo acaecido   en Ecuador con Correa, en Argentina con el peronismo, en Bolivia con Evo o en Nicaragua con Ortega y señora. Y percatarse de cómo fue traicionada por el castrismo la revolución en Cuba, que fue tan esperanzadora para América Latina.

Manuel Castro M.