Se jodió mi país

LA PREGUNTA: Hace ya muchos años, allá por la década de los años sesenta del siglo pasado, Mario Vargas Llosa pone en boca de Santiago Zavala, uno de los personajes de su novela “Conversación en la Catedral”, una pregunta que desde entonces me persigue:

¿En qué momento se jodió mi país?

Quiero trasladar la pregunta a mi país, el Ecuador, porque yo nací en esta tierra y me duele todo lo que a ella le acontezca. Así es que me pregunto, ¿en qué momento se jodió mi país?

Desde que leí esa obra he intentado vanamente contestar esa interrogante. La verdad, no lo sé, porque cada vez que intento responderla, la respuesta posible me derivaba a otras y otras preguntas, tornando en un imposible el lograr mi objetivo. Las luchas políticas intestinas de inicios de nuestra historia que se han prolongado hasta nuestros días, los intentos por implantar tal o cual ideología, la incapacidad de gobernantes por liderar los cambios que el país necesita, la incapacidad de entender que adversario no significa enemigo, la comodidad de exigir más y más prebendas y canonjías personales o de grupo, la sordera al diálogo civilizado, la viveza criolla convertida en definitoria de nuestra identidad, y tantas y tantas otras actitudes han logrado socavar la confianza ciudadana en la institucionalidad republicana y han devenido en un estado casi fallido en el que el narcotráfico y otras patrologías de la violencia están sometiendo al Estado a un mundo de temor, donde el miedo se apoderó del aire y del cemento, de las chosas y casas, de las iglesias y los estadios, de las esquinas y de los bares, de los perros y de las gentes.

¿EL ECUADOR ES UN PAÍS?

¿Es que alguna vez, el Ecuador, fue un país? porque si nunca ha sido un país, no es posible que se joda algo que nunca ha existido, ¿verdad? Pero ¿qué es un país? Según el diccionario, país es una Nación, región, provincia o territorio. También dice que país es la piel o tela que cubre la parte superior del varillaje del abanico. ¿Qué es una Nación? Acudiendo a la misma fuente: “Grupo humano unido por vínculos especiales de homogeneidad cultural, histórica, política, económica y lingüística”. ¿Cumplimos estos requisitos? ¿Estamos unidos por vínculos especiales de homogeneidad cultural? ¿Estamos unidos por vínculos especiales de homogeneidad histórica? ¿Estamos unidos por vínculos especiales de homogeneidad política? ¿Estamos unidos por vínculos especiales de homogeneidad económica? ¿Estamos unidos por vínculos especiales de homogeneidad lingüística? La respuesta es NO (así con mayúsculas) a todas las preguntas. En nuestro territorio existen varias culturas, tanto es así que la propia Constitución reconoce la pluriculturalidad. En el territorio conocido como Ecuador, cada pueblo que lo habita, y son muchos, tiene su propia historia.

Es verdad que por ciudades y pueblos circula el dólar como moneda nacional, pero ¿acaso, en algunos pueblos no se practica el trueque? ¿la buena fe? ¿en los pueblos no contactados existe la noción de economía? Y qué decir de homogeneidad lingüística cuando en este territorio se hablan 17 diferentes lenguas. Entonces, si tan siquiera no nos acercamos a esos requisitos, quiere decir que no somos un país. Entonces, ¿cómo podía joderse mi país?

NO HAY UN MOMENTO, HAY MUCHOS MOMENTOS

Por otro lado, ¿acaso es posible determinar un momento en que fuerzas ciclópeas, celestiales o sociales, pueden desatarse por mandato celestial para joder a un país?No, nada más erróneo. No existe un momento, lo que existe es varios, muchos momentos, en los que parecen confluir fuerzas oscuras y no tan oscuras que ponen en peligro la convivencia humana y social, en un determinado territorio.Alguien dirá que existe la historia a la que podemos acudir para comprender mejor las causas y consecuencias de esos momentos claros u oscuros que transitan por sus páginas. Pero, no recuerdo si lo leí, o tal vez lo escuché, pero la frase decía algo así como: “las mentiras envuelven a la verdad como la telaraña envuelve a su presa”. ¿Será verdad lo que diga la historia, o, por el contrario, será un cúmulo de mentiras que envuelven a la verdad? ¿Acaso no hemos escuchado que la historia la escriben los vencedores? O aquella otra de que “hace falta escribir la historia desde la perspectiva de los pueblos, no solo desde la que muestran los políticos, los santos y los generales, porque desde siempre ha habido los personajes que se

han movido alrededor del poder, intentando alcanzarlo o, al menos, gozar de sus privilegios”. Entonces no podemos acudir a la historia con los ojos vendados, ciegos y crédulos de todo lo que nos cuenten los guardianes de la memoria histórica, porque ellos también forman parte de esas fuerzas sociales que, con buena o mala fe, defienden claros, transparentes o, tal vez, oscuros y turbios intereses. Entonces, ¿qué hacer? ¿Cómo puedo saber, en qué momento se jodió mi país?Tal vez podamos acudir a la cultura como un enorme espejo donde se reflejan las cualidades y defectos que forjan esa entelequia que llamamos identidad.

¿TENÍA RAZÓN?

En estos días de encierro obligatorio, recordé a Jorge Enrique Adoum uno de referentes del pensamiento del siglo XX en nuestra patria. El ambateño escribió un libro al que tituló: “Ecuador, señas particulares”, en el que intentó describir aquello que define a los ecuatorianos. Características compartidas por todos quienes, a lo largo de más de dos siglos, a más de haber nacido en esta tierra, hemos demostrado que se han tornado nuestra carne y nuestra sangre.

No tengo la oportunidad de acudir a la biblioteca para “copiar” literalmente sus palabras, apenas me queda rescatar de mi memoria, a grandes rasgos, su pensamiento. El autor, en esta obra, da cuenta de nuestras virtudes: de nuestra solidaridad, de nuestra amabilidad para con el extranjero, de nuestra alegría; pero también se refiere a nuestros defectos: la hipocresía, cierta cobardía, nuestro afán de “quedar bien” ante los demás.Sin embargo, en estos días me atrevo a pensar que Adoum no nos contó todas nuestras características; le faltó, por ejemplo, referirse a que el país está lleno de individuos que pretenden ser juzgadores implacables, a los que les mueve los prejuicios y el fanatismo, al momento de dictar sus sentencias.

No de otra manera puedo comprender que una inmensa cantidad de esos mensajes escritos y circulando en las redes sociales, estén llenos de juicios de valores sin sustento ni argumento, apenas si cargados de odios y venganzas contra tal o cual político, tal o cual autoridad, tal o cual personaje, ya sea local o nacional.Cuando se refieren a eventos o acciones en las que se halle involucrado un personaje que no responda a su particular alineación política, que no sea de su agrado, el ecuatoriano manipula los hechos y busca interpretarlos de tal manera que favorezca su visión. Su visión de la verdad es, apenas, la de acomodarla al criterio de cada escritor. Así, entonces, el Ecuador está jodido y eso no lo podemos negar, sus síntomas están a la vista de quien quiera verlos: desunión, trampa, corrupción, impunidad, mentiras, trafasías, cobardía, ausencia de valores cívicos y éticos, prepotencia, violencia, en fin, son tantos estos síntomas que no lograría describirlos a todos.

HACE MILES DE AÑOS APARECIÓ EL OTRO

¿Sería acaso hace miles de años, cuando el inocente y primitivo habitante de estas tierras, tenía como único objetivo el de sobrevivir a una geografía hostil y peligrosa? No, claro que no. Ese hombre no tenía la capacidad de tramar ninguna jugarreta para derrocar al presidente; ni siquiera tenía reyes ni presidentes, de diputados, ni asambleístas, ni empresaurios, ni cardenales, ni militares. No, ese hombre solo vivía corriendo tras su presa que le servía de alimento, y huyendo de erupciones volcánicas, terribles terremotos y una naturaleza salvaje que escondía la vida y la muerte en sus entrañas. En esa geografía sin límites ni barreras, ese hombre debió aprender el arte de la sobrevivencia y para ello debió aliarse con su semejante. En ese instante comenzó a joderse mi país.Sí, porque allí apareció el “otro”, el que a través de los siglos iría adquiriendo, poco a poco, la figura del culpable de todos los males, el corrupto, el tonto, el sucio, el indio, el mestizo, el blanco, el envidioso, el violento, el …el…el…Sí, porque yo no soy culpable de nada, soy siempre inocente, yo soy el inteligente, el honrado, el bondadoso, el solidario, el justo, el … el… el

Luego vendrían días de nubarrones en que seres del sur llegarían caminando, a imponerse a sangre y violencia, a apropiarse de las tierras, de los bienes y de las mujeres de esos inocentes y pacíficos hombres que aquí moraban. Para sobrevivir debieron aprender a reptar, a ser ratas, a ser sumisos. Los afuereños eran otros y, por lo tanto, culpables de todo. Faltaba lo peor, del otro lado del mar, llegaron unos barbudos montando en sendos caballos que también se apropiaron de las tierras, del oro, de la plata, de cuanto quisieron, si hasta de las mujeres de apropiaron.
Para sobrevivir debieron aprender otra religión, otra cultura, a que la palabra no vale nada si no está escrita en un documento. Ellos que siempre habían vivido en el campo, primero vieron el aparecimiento de ciudades y luego a migrar a ellas para vivir en los suburbios. Aprendieron a traicionar, a mentir.Ambos pueblos conquistadores trajeron otras costumbres, otras formas de pensar la vida y de sobrevivir, forjaron otra raza. Se jodió mi país.

EL MESTIZAJE ES IGUAL AL OTRO Y YO

Las palabras de Jorge Icaza: “Aquel diálogo que le acompañaba desde niño, irreconciliable, paradójico -presencia clara, definida, perenne de voces e impulsos – que le hundían en la desesperación y en la soledad del proscrito de dos razas inconformes, de un hogar ilegal, de un pueblo que venera lo que odia y esconde lo que ama, arrastró al chulla por la fantasía sedante de la venganza” en su novela “El Chulla Romero y Flores” me liberan de cualquier comentario.Si, se jodió mi país, porque desde ese tiempo aprendimos a hacer de todo sin ser nadie. Quisimos construir cuando lo único que habíamos aprendido es a destruir. “De tanto no tener nada, no tengo de donde ser” decía el poeta Jorge Carrera Andrade. Quisimos ser país cuando en realidad somos muchos y no hemos forjado ninguno.Ahora estamos como estamos, sin capacidad de diálogo porque aprendimos a ser hipócritas. Sin solidaridad porque aprendimos a ser sumisos. Aprendimos que la rebeldía con violencia es la única que escuchamos. Comprendimos que no somos país, porque apenas somos pueblo sobreviviente.

Fausto Jaramillo Y.