Pintando la vida en las paredes de una ciudad

En uno de aquellos mensajes que llegan a nuestro teléfono, gracias a la tecnología moderna, leí: “Cada uno pinta el cuadro de su vida con los colores de sus propias decisiones”.

Y, ¿si la vida de uno es su entorno, su ciudad, sus calles, sus viejas paredes, sus balcones, sus parques, sus árboles y sus montañas? ¿Estas cuentan como propias decisiones?Jorge Vinueza Mejía, vive su vida pintando sus sueños; es decir su entorno y en su entorno.

Allá en su Cotacachi natal, desde muy joven empezó a imaginar los colores de su ciudad y cuando tuvo la oportunidad, aquellas raídas paredes de adobón, las viejas puertas y balcones, cual magníficos lienzos, recobraron su alegría gracias al pincel de este soñador que transforma con su arte la vieja ciudad de blanco y negro en una sinfonía de formas y colores.
Los personajes que adornan sus lienzos al aire libres forman parte de la cotidianidad de su pueblo: la anciana que se divierte como una niña meciéndose en un columpio.

La joven enamorada que cierra los ojos para elevarse por encima de su montaña tutelar para acariciar la flor que simboliza su sentimiento; el viejo artesano que con una sonrisa inacabable trabaja el cuero de su tierra para ofrecer a los pies del caminante el confort de un par de zapatos; el niño que en verano corre ilusionado intentando elevar una cometa hasta sobrepasar las nubes y el infinito; la mujer cansada que arrima su cuerpo a un árbol y abraza, sinceramente, el tronco de otro para descansar su jornada; o quizá la mujer que por las noches intenta con su guitarra acariciar la luna.

Trazos simples cargados de arte y color que iluminan la vida de Cotacachi.
Recordemos que si bien, Cotacachi es un cantón de Imbabura, el arte es universal; por eso, bien pronto, el autor, salió a recorrer su provincia y su país, conociendo su gente, sus esperanzas, sus ilusiones, sus paisajes y su naturaleza. El resultado está a la vista.