Para la libertad

Autor: Fausto Jaramillo Y.| RS 68


Un poema de Joan Manuel Serrat

Para la libertad
sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad.
Mis ojos y mis manos
como un árbol carnal,
generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.

¿Cómo se alcanza la libertad, si tantas veces, todos los días, todos los seres humanos, la perdemos?

Cada mañana el poderoso la pierde al someter su vida tratando de aumentar su poder y su dinero. Cada medio día, la pierde el débil y pobre al no tener otra idea que la de no tener un bocado para llevar a su boca y a la de los suyos. A la noche la pierde el fanático religioso que cree que con sus rezos y oraciones cambiará al mundo.

Cada madrugada la pierde el fanático intelectual, cuando alrededor de un café en un bar, sigue planeando cómo conquistar la mente de su pueblo para hacer la revolución.

Para la libertad
siento más corazones
que arenas en mi pecho,
dan espuma mis venas,
y entro en los hospitales,
y entro en los algodones
como en las azucenas…

Todos los días la pierde el estudiante que no hace otra cosa que rendirse ante la ciencia que le dictan en una cerrada aula.

Pierde, cada día, el obrero y el trabajador que sucumbe cotidianamente a su rutina.

Pierde el profesional que somete su mente a lo aprendido porque así lo demanda su sociedad. Pierde el analfabeto que no sabe del ayer, ni de hoy ni del mañana.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan
ella pondrá dos piedras
de futura mirada.
Y hará que nuevos brazos
y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.

A cada instante la pierde el poeta que bajo el amparo de su sensibilidad e imaginación escribe cuanto su espíritu le dicta, confiando que sus palabras cambiarán el mundo en el que se halla preso.

Pierde el general y el sargento, el coronel y el cabo, porque piensan en un protocolo carente de imaginación.

Retoñarán aladas
de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo
que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño,
aún tengo la vida.

Pierde el hombre y la mujer que permanecen en la cárcel de su desilusión.
Pierden los jóvenes que deben esconder cotidianamente su ilusión de amar sin sombras y sin límites.

Pierden los viajeros que no tienen rumbo ni horizonte y pierden los incapaces de emprender el viaje excusando, en el otro, su cobardía.

Pierde el que siente el miedo y el temor, pero también pierde el que siente el odio y el amor.

En suma, pierde el que piensa y el que siente, y también pierde aquel que nunca ha sentido, el que nunca ha pensado.

Para la libertad
sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad.
Mis ojos y mis manos
como un árbol carnal,
generoso y cautivo,
doy a los cirujanos…

La niñez no siente su ausencia al permanecer bajo sus padres; en la escuela la pierde bajo los profesores, en la universidad bajo la ciencia, en la profesión y en el trabajo bajo la bandera y la fábrica. Nunca, hasta ahora ha sido libre.

Nunca, el ser humano, fue, es o será completamente libre; siempre sucumbe a sus dos instintos: sobrevivencia y sexual a los que disfraza de mil caretas: amor, religión, ideología, partido, club o cualquier otra figura.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan
ella pondrá dos piedras
de futura mirada.
Y hará que nuevos brazos
y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.

Sin embargo, el espejismo de la libertad nos acompaña, nos ilumina, nos encandila. La libertad no nos pertenece, es propiedad de los dioses y por alcanzarla nos crecen las alas e inventamos miles de tecnologías y formas para construir la pista de despegue de nuestro viaje.

Retoñarán aladas
de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo
que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño,
aún tengo la vida…
aún tengo la vida.

Fuimos, somos y seremos parcialmente libres.

Cuando quiso ser libre, la familia, se lo impidió.
Cuando quiso ser libre, los amigos, lo retuvieron.
Cuando quiso ser libre, los estudios lo sembraron.
Cuando quiso ser libre, el partido se lo impidió.
Cuando quiso ser libre, la iglesia se lo impidió.
Cuando quiso ser libre, las costumbres se lo impidieron.
Cuando quiso ser libre, las deudas se lo impidieron.
Cuando quiso ser libre, todos se lo impidieron.
Cuando quiso ser libre,… ya fue tarde para serlo.

“No dejes nunca de soñar, porque solo en sueños puede ser libre el hombre”.

APROVECHA EL DÍA, Walt Whitman