Milton Barragán D. nació en Ecuador en 1934 ,es un referente de la arquitectura moderna latinoamericana. Su obra se sitúa dentro del modernismo, la tendencia que determinó las transformaciones que renovaron la arquitectura a lo largo del siglo XX. En Quito, sus obras representativas son el Templo de La Dolorosa (1972), ubicado junto al Colegio San Gabriel, el edificio Artigas (1972), el Templo de la Patria (1980) ubicado en la Cima de la Libertad, entre otros. A lo largo de toda su vida, Barragán se ha enfocado en desarrollar tres actividades principales: arquitectura en todas las escalas, urbanismo y ordenamiento territorial, arte escultórico y pintura.
Para conocer su obra arquitectónica es conveniente conocer los arquitectos que influenciaron en su formación. Entre ellos se encuentran Le Corbusier (Charles-Edouard Jeanneret), Gaudí, Neutra y algunos maestros de la Bauhaus 1 como Mies van der Rohe, Walter Gropius y Marcel Breuer, para mencionar sólo los más relevantes. Participó en la elaboración del Plan Nacional de Vivienda que formaría parte de los Planes de Desarrollo Socio-Económico de Ecuador a cargo de la Junta Nacional de Planificación en 1961. Posteriormente realizó estudios de vivienda social en los países escandinavos. Además, desde la academia, ha mantenido su vinculación con el desarrollo de la arquitectura y urbanismo en Quito. Como Presidente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, entre 1988-1992, logró la aprobación de la Ley de Cultura, que se convirtió en un instrumento legal que fortaleció con recursos propios toda la actividad cultural. Gracias a ella se creó el Consejo Nacional de Cultura y el Fondo Nacional de Cultura (FONCULTURA) y por primera vez con recursos propios generando el desarrollo de este sector en los últimos treinta años. Por otra parte,
terminó la construcción de sus escenarios principales: el Teatro Nacional y el Ágora. Durante dos años (1998–2000) fue consultor del Municipio del Distrito Metropolitano de Quito y realizó estudios de ordenamiento territorial y urbano.
La obra de Milton Barragán fue incluida en la exposición Latin America in Construction: Architecture 1955-1980 que se realizó en 2015 en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) junto a otros referentes de Latinoamérica participando también en la publicación de un libro que lleva el mismo nombre y reúne una selección de obras de los más destacados arquitectos latinoamericanos.
Una entrevista realizada por Hernán Orbea, que hoy reeditamos, nos permite delinear la contribución y el pensamiento de este multifacético artista, arquitecto y su actividad pública no siempre difundida por un político de otro estilo en el que la publicidad, promoción y la difusión de sus obras no fueron sus mejores atributos, sino el dedicado trabajo en sus actividades.
Nuestro compromiso se basa en recordar que existieron y existen ciudadanos, en todas las tendencias que han contribuido al desarrollo del pais y que hacer política generalmente era una actividad en la que ciudadanos entendían sus obligaciones con la sociedad. Entregamos esta importante entrevista que refleja su pensamiento y parte de su obra:
¿Cuáles fueron los rasgos formativos y personales que influenciaron su obra?
Soy arquitecto, escultor, humanista y defensor del medio ambiente y del paisaje. He dedicado mi vida a la creación de obras en arquitectura, escultura y pintura, así como a cultivar mis conocimientos en todos los campos del arte. Siempre fui melómano y adicto a la música de grandes maestros. Disfruto a diario de sus obras.
¿Qué rasgos personales se forjaron de las observaciones y experiencias en Europa?
En Europa, entre 1959 y 1970, mientras realizaba estudios de postgrado, frecuenté teatros de ópera, salas de conciertos, grandes museos, y pinacotecas de París, Roma, Londres, y varias otras ciudades europeas.
Ese período europeo sensibilizó mi vocación hacia la escultura, al tiempo que me permitió ampliar mis conocimientos como arquitecto, como urbanista y planificador territorial. La búsqueda compositiva, siempre plástica, parece ser muy importante en su obra. Para hacer arquitectura hay que amar la vida, la naturaleza, las artes plásticas. Esos afectos hacen que dediquemos mucho tiempo al estudio, la investigación y la práctica de actividades que nos llevan a comprender la naturaleza intrínseca de las obras.
En un principio se descubren los elementos que componen las obras como el espacio, el volumen, los materiales, los contrastes de luz y de color, las texturas en las superficies para poder aplicarlos en nuestras creaciones.
Entrar en conocimiento de las estructuras y la resistencia de materiales como el acero y el cemento, nos permitirá la creación de nuevas formas que, si están bien concebidas, podrán llegar a convertirse en testimonios de la época y aportar nuevas formas de expresión de la arquitectura. Hay que dedicar mucha pasión y tiempo para que empiecen a surgir espontáneamente resultados equilibrados y plásticos.
¿Cómo le motiva la exploración y potencialización de nuevas aplicaciones tecnológicas?
La ciencia y la tecnología son dinámicas, por lo que permanentemente se debe estudiar y experimentar nuevas formas de ocupar el espacio, así como nuevas propuestas estructurales y nuevos sistemas constructivos. Desde mis tempranas épocas de estudiante, fui entusiasta seguidor de los experimentos que realizaba Félix Candela en México con paraboloides hiperbólicos, conoides y superficies alabeadas.
Algo similar a lo que en ese tiempo Pier Luigi Nervi hacía en Italia con nervaduras de hormigón armado que permitían cubrir las grandes luces para centros deportivos y de espectáculos.
Me interesé por las propuestas de la Bauhaus y del Art Nouveau, que a inicios del siglo XX se consideraron unas tendencias artísticas de avanzada que dejaron su huella en la arquitectura.
¿Los sistemas y materiales empleados en el medio constructor de esa época fueron motivo de interés e investigación generalizada?
No puedo afirmar que el interés por las nuevas estructuras fuese generalizado y a todo nivel, pero en el grupo de arquitectos de mi entorno era común que nos sintiéramos motivados por el diseño estructural y el comportamiento de los materiales.
Ese interés facilitó la comprensión de las fuerzas que interactúan en el espacio y nos motivó a lanzar propuestas propias que, sin pretensión alguna, marchaban a la par de la vanguardia internacional. La curiosidad y el entusiasmo nos impulsaba a experimentar, y la alegría de los descubrimientos compensaba el esfuerzo.
Me permito mencionar a continuación tres de entre muchas otras aventuras estructurales que emprendí a veces solo y otras acompañado: Paraboloides hiperbólicos: comparado con las estructuras de acero, las de hormigón armado pueden parecer masivas. Sin embargo, algunas estructuras laminares de hormigón armado logran alcanzar grandes luces reduciendo su espesor de 3 a 6 centímetros.
En la década de 1950, los arquitectos dejamos ejemplos de paraboloides hiperbólicos y algunos conoides por esta ciudad, por ejemplo, el paraboloide hiperbólico en calle Tarqui, en el parque El Ejido; la vivienda Giráldez en la calle San Francisco Javier y avenida Orellana; y el paraboloide hiperbólico que simboliza la imagen del Hotel Quito. Fachadas portantes: se trata de un sistema estructural en hormigón armado que ofrece alternativas de tratamiento de fachadas, pero que aún no han conseguido desarrollar.
Es una estructura que reemplaza pórticos de vigas y columnas, aligerándola. Ejemplos: el Colegio de Ingenieros y edificios vecinos en la avenida Colón, el edificio Artigas en la Plaza Artigas. Voladizos con grandes luces: el hormigón armado permite lanzar grandes volúmenes al espacio.
Entre los años 60 y 80 del siglo XX se construyeron voladizos que constituyen records no superados, como es el caso del Edificio CIESPAL, cuya estructura en hormigón consiste de un bloque de tres pisos de 25 metros por lado, sustentado por ocho vigas en voladizos de 8 metros cada una.
Estas se apoyan en una torre formada por cuatro diafragmas de 8 metros por lado, semejante al tronco de un árbol. Al espectador, la visión de este tipo de estructuras le provoca reacciones aparentemente contradictorias, dado que la lógica común va condicionada por nuestro sentido de la gravedad.
¿Existe algún elemento expresivo que lo identifica como un resultado de una postura consciente que expresa su arquitectura? De ser así, ¿cuál sería ese elemento y cómo pudo incorporarse a proyectos con temas tan diversos?
En particular en Europa, Norteamérica, Latinoamérica y Asia, los arquitectos tratamos de integrarnos a las tendencias de vanguardia, practicadas en países donde la arquitectura moderna constituye un lenguaje común desde hace más de 100 años.
Entre las múltiples tendencias que marcaron el modernismo en arquitectura, está el brutalismo que merece un análisis especial por su notoriedad y el interés que mantiene desde hace casi un siglo en el público clientelar, y entre historiadores de arte e investigadores.
El ‘carácter memorable como imagen’ entra en el campo de lo subjetivo y resulta difícilmente valorable. Tomando al azar un grupo de edificios considerados bruta- listas y que fueron construidos entre los años 1950-60, y ponemos en práctica el sentido de ‘sinceridad constructiva’, sabemos que pueden calificar como “ejemplos arquitectónicos de carácter memorable” porque se puso énfasis en los materiales y en la forma en que están organizados y expuestos. Resulta igual de importante el material como el proceso que le dio forma (encofrados, juntas, soldaduras, ensamblajes). Entonces, la ‘sinceridad constructiva’ se convierte en un concepto filosófico equivalente a ‘la verdad’ basada en la transparencia constructiva del edificio.
La dimensión filosófica del brutalismo, que acerca el proceso arquitectónico mediante la verdad formalizada y revelada por la sinceridad constructiva, nutre los principios básicos que dan significado a la arquitectura moderna. Los primeros ejemplos de brutalismo aparecieron a mediados del siglo XX. De entre los muchos que dejaron huella, hemos destacado en primer lugar lo realizado por el maestro Le Corbusier 3, quién fue uno de los creadores más conspicuos dentro de esa modalidad en Francia, aunque sus creaciones se extendieron por Europa, Asia y Latinoamérica, donde su influencia ganó muchos seguidores.
Durante mi estancia europea, en los años sesenta, pude apreciar un amplio número de edificios diseñados bajo esta tendencia que terminó siendo mi forma preferida de expresión, al punto que decidí adoptarlo como pauta de diseño en mis proyectos de arquitectura. El interés hacia el brutalismo no ha perdido vigencia.
A partir de 2017 han resurgido con fuerza sus principios con la inauguración de muestras en Alemania, Francia y Estados Unidos. Este estilo de hacer arquitectura se ha ganado un reconocimiento dentro de lo más creativo e icónico de la profesión, así como un espacio propio en la Historia de la Arquitectura, sin que al afirmar esto pretenda en ningún caso ignorar otras tendencias que también dejaron su impronta.
Para hacer arquitectura hay que amar la vida, la naturaleza, las artes plásticas. En un principio se descubren los elementos que componen las obras como el espacio, el volumen, los materiales, los contrastes de luz y de color, de las texturas en las superficies para poder aplicarlos en nuestras creaciones.
Entrar en conocimiento de las estructuras y de la resistencia de materiales como el acero y el cemento, nos permitirá la creación de nuevas formas que, si están bien concebidas, podrán llegar a convertirse en testimonios de la época y aportar nuevas formas de expresión de la arquitectura.
El arquitecto requiere voluntad, vocación, sacrificio, audacia y organización para ejercer auténticamente su rol en la sociedad.
Existen temas en los que los arquitectos deberíamos recuperar protagonismo exigiendo los cambios que requiere la conducción de la ciudad, la planificación y las normativas urbanas, puesto que las que rigen son inadecuadas y provocan el deterioro de las condiciones de vida tanto en áreas consolidadas como en las de crecimiento.
¿Qué es para Milton Barragán ‘la verdad’ en la arquitectura?
Al hablar de ‘verdad’ en arquitectura surgen unas primeras interrogantes: ¿es una obra auténtica, o al autor le faltó originalidad? ¿Es una copia? ¿Es una mala imitación? Quien es capaz de copiar creaciones ajenas falsea la verdad y debe ser rechazado. Ocurre lo mismo cuando promotores poco ilustrados pretenden copiar estilos históricos como el gótico, el románico o el barroco utilizando estructuras de hormigón armado y cemento para recrear los.
En Quito, por ejemplo, la Iglesia de Santa Teresita y el Templo La Basílica constituyen una falsificación de la verdad, un verdadero fraude que deforma nuestra cultura arquitectónica.
Las edificaciones tienden a permanecer largos períodos de tiempo en las ciudades, durando siglos o a veces milenios.
Esa permanencia en el tiempo deja huellas en la tradición y en la cultura estética del lugar, del país. Un edificio mal diseñado es una aberración, ya que influye negativamente en la formación cultural y artística de los ciudadanos y debería ser rechazado. Por el contrario, quienes diseñan buena arquitectura contribuyen a crear una identidad cultural nacional permitiendo a los ciudadanos sentirse representados, tanto por su arquitectura como por su cultura en general, dentro del contexto internacional.
¿Podemos considerar el entorno urbano o paisajístico como una verdad?
Frontalmente mi respuesta es sí. Tanto el entorno urbano como el natural, donde han de ubicarse las nuevas propuestas de arquitectura, deben considerarse condicionantes prioritarios que no deberían ser ignorados por el arquitecto. Esto incluye elementos diversos como la luz y la sombra; los planos y las pendientes; las cimas y los abismos; la vegetación y la aridez; el agua, tanto estática como en movimiento.
Son elementos cuya esencia debemos integrar. Ignorar el entorno equivale a desdeñar la primera verdad que es la totalidad de lo que constituye nuestro entorno circundante.
¿Qué momento de la vida de la ciudad fue particularmente interesante para los arquitectos para orientar su desarrollo?
Los arquitectos participamos activamente en el desarrollo de las ciudades debatiendo o marcando pautas y tendencias, las mismas que, cuando fueron acogidas, sirvieron de guía para la planificación.
Un hecho trascendental e histórico en el desarrollo urbano de Quito es haber sido escogida como la sede de la XI Conferencia Interamericana que finalmente no se realizó en 1960, año para la que fue programada. Este hecho permitió la ejecución de un ambicioso plan de equipamientos urbanos para la capital, el mismo que se inició en 1957. Los planes se llevaron a cabo con la colaboración de un numeroso equipo de arquitectos, y puede ser reconocido como un punto de partida que transformó a la pequeña ciudad provinciana de entonces en una auténtica capital.
De entre las múltiples obras que se ejecutaron, podemos mencionar algunas importantes como el Congreso Nacional, también conocido como Palacio Legislativo, el Ministerio de Relaciones Exteriores, el Hotel Quito, las terminales aéreas internacionales de Quito y Guayaquil, el edificio sede del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social, la rehabilitación de Carondelet o Palacio de Gobierno, dos edificios para residencias de estudiantes universitarios y un plan de ampliación y mejora del sistema vial urbano. Quienes participamos y colaboramos en ese proceso lo consideramos punto de partida para la transformación de Quito hacia la modernidad. Sin embargo, vale la pena mencionar que Quito ha sufrido también experiencias negativas, esperas y postergaciones de hasta 40 años, como ocurrió con el poco respaldo que dieron los quiteños para la construcción del nuevo aeropuerto internacional, pese al crecimiento de la demanda de pasajeros y carga en unas instalaciones que prontamente resultaron obsoletas por saturación de sus servicios, y además por hallarse en una ubicación peligrosa luego de haberse rodeado de viviendas y otros usos inconvenientes.
La ciudad es un escenario en constante evolución, con dinámicas diversas y complejas que implican cambios sociales, económicos, ambientales y culturales. Estas circunstancias inciden en el urbanismo y en la arquitectura, marcan ciclos que se convierten en pautas evidentes de la historia de la ciudad. Como ciudadano y actor clave en el desarrollo de la ciudad,
¿Qué experiencias influyeron en mayor grado?
La ciudad, y su ineludible relación con la región, es un proceso y un fin que se renuevan constantemente, adaptándose dinámicamente, circunstancia que actualmente se identifica como “resiliencia”.
Quienes ejercen las funciones de planificación del ordenamiento territorial tienen la responsabilidad paralela de educar y formar a los ciudadanos. La materialización de proyectos destinados a renovar ciudades depende de los ciudadanos, siendo ellos el objetivo final de esa planificación, dando su aceptación o rechazo. La ciudad forma parte de un todo más amplio con la región que la circunda, y también con el contexto nacional e internacional con el que se relaciona. Es un espacio que mientras se ordena y desarrolla desde adentro, ejerce influencia tanto al interior como hacia afuera, lo mismo en lo nacional como en lo internacional. El planeamiento urbano y el ordenamiento territorial se orientan hacia la organización de las actividades humanas en forma lógica y racional.
Por esencia, la política interviene radicalmente en la planificación. Por esa razón, los planificadores deberían tener capacidad para influir, desde sus ámbitos técnicos de competencia, en los centros de decisión de municipios e instituciones responsables del ordenamiento del territorio. ¿Cómo describiría la planificación urbana de la capital en la actualidad?
Existe un grave déficit de planificadores urbanos en Quito. Esa incapacidad municipal para controlar los problemas de la ciudad viene de mucho tiempo atrás.
Las autoridades de elección popular no cuentan con conocimientos y experiencias necesarias para planificar, ya que ejercen sus funciones prioritariamente basados en la autoridad que les confieren las urnas. Es indispensable un asesoramiento técnico calificado en una ciudad que bordea los 3 millones de habitantes y se expande alrededor de 38 000 hectáreas.
Es evidente que los mandatarios no tienen consejeros apropiados que los asesoren para resolver los monumentales problemas de movilidad, diseño vial, zonificación, higiene y crecimiento a futuro.
La actual condición de crisis se produce porque los grupos políticos que forman el Concejo han renunciado a su obligación de trabajar en equipo por el bien del conglomerado urbano, pero lo hacen en beneficio sectorial o partidista.
Conspiran entre todos. La entidad municipal olvidó su calidad de conductora de la ciudad y animadora de su desarrollo, y se ha generado un estado de crisis que puede ser calificado como un “gran desastre urbano”, sin metas ni propuestas que garanticen la capacidad de renovación dinámica que requiere la ciudad.
¿Cuáles son los principales efectos de que la entidad municipal olvidará su calidad conductora de la ciudad?
No existen estudios poblacionales ni migratorios que orienten la planificación. Inclusive la dotación de equipamientos urbanos urgentes y necesarios parecen inalcanzables porque encuentran oposición en sus propios beneficiarios.
Existe una marcada diferencia con lo que ocurre en otras ciudades del país donde la comunidad apoya los proyectos que le favorecen y colabora con las autoridades. También ocurre a menudo que las buenas iniciativas son rechazadas porque se las manipula políticamente para hacerlas fracasar, llegando al punto de hacer desaparecer al característico buen humor quiteño de otras épocas. Nos queda la esperanza de que alguna vez recuperemos la calidad de ciudad líder que en otros tiempos caracterizó a Quito como ciudad y capital.
¿Quién era el arquitecto quiteño antes y cómo es ahora?
Durante las primeras décadas del siglo XX, algunos arquitectos migrantes venidos de Europa atendieron la escasa demanda relacionada a diseño de edificios y viviendas para los grupos económicos pudientes.
En aquel tiempo faltaban escuelas de arquitectura pues éstas se crearon a partir de los años 40 en Quito, Guayaquil y Cuenca.
Los arquitectos foráneos creaban una arquitectura inspirada en modelos europeos o californianos del siglo XIX. Además, los ingenieros civiles suplían la demanda. A partir de los años 50 una nueva generación de arquitectos (a la que pertenezco y con la que me identifico) empezamos a reclamar derechos exclusivos para el ejercicio profesional.
Para lograr ese objetivo, emprendimos la tarea de fundar el Colegio de Arquitectos del Ecuador (CAE) en 1962, una entidad de defensa profesional. Adicionalmente, luchamos por la aprobación de una ley de ejercicio profesional de la arquitectura. En la época de la fundación del CAE en Quito, apenas 35 poseíamos título universitario legalizado. Desde entonces el incremento de profesionales arquitectos ha sido muy grande y actualmente en todo el país bordean los 14 000.
¿Qué actitudes debería asumir el arquitecto para recuperar su rol ante la sociedad que le demanda un protagonismo que al parecer ha perdido?
El arquitecto requiere voluntad, vocación, sacrificio, audacia y organización para ejercer auténticamente su rol en la sociedad.
Existen temas en los que los arquitectos deberíamos recuperar protagonismo exigiendo los cambios que requiere la conducción de la ciudad, la planificación y las normativas urbanas, puesto que las que rigen son inadecuadas y provocan el deterioro de las condiciones de vida tanto en áreas consolidadas como en las de crecimiento.
La labor que en este sentido hacen gremios, universidades e instituciones no es suficiente. ¿Cuál es su aporte como arquitecto en medio de ese complejo entramado social en el que están inmersos la ciudad y el país? No me corresponde juzgar mi aporte personal a la arquitectura ni al ordenamiento social, económico y territorial de mi ciudad y mi país.
Sólo el paso del tiempo y la distancia permitirán tener la perspectiva necesaria para reconocer los aportes que resultaron valiosos, y el consecuente reconocimiento a quienes lo merezcan.
En lo que me concierne, me siento colmado con haber logrado un ejercicio profesional muy activo mediante un trabajo bien intencionado, que ha contado con altas dosis de ímpetu, convicción y perseverancia.
HERNÁN ORBEA TRÁVEZ
1964 Arquitecto por la Universidad Central del Ecuador (1989). Magister en Historia: Arte, Arquitectura y Ciudad por la Universidad Politécnica de Cataluña, Barcelona (1992). Profesor Principal y Decano de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Artes de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (2002-2008). Primer Premio Nacional BAQ 2006 como director de la publicación “Quito: 30 años de arquitectura moderna 1950-1980”.