LA JUSTICIA QUE SUCRE SOÑÓ

LAS OTRAS BATALLAS: Los ejércitos libertarios de América no solo lucharon contra los realistas, sino que debieron hacer frente al temor que sentían los habitantes de estas geografías ante el futuro que se construía con cada batalla ganada.

Tras más de 3 siglos transcurridos desde la la conquista y en los que se sustentó un sistema administrativo y jurídico llamado Colonia, los hombres y mujeres sentían una profunda incertidumbre que les impedía mostrar simpatía y apoyo a la causa de la independencia, incluso, en ciertos casos, esa instabilidad emocional ante lo que podía llegas, los ubicó en el bando de los españoles.

Por eso, los líderes de los ejércitos libertarios debieron emprender muchas acciones, aparentemente, distintas o diferentes a las militares; ellos eran administradores de los recursos que obtenían de empréstitos, de donaciones y hasta de obligados tributos que debieron imponer a los pueblos. También debieron ser sensibles embajadores y sagaces diplomáticos al momento de negociar con los enemigos y con su propia gente, las condiciones más adecuadas para la guerra y la paz.

SUCRE LLEGÓ A NUESTRA TIERRA

Entre todos estos comandantes, destaca con nitidez, Antonio José Francisco de sucre y Alcalá, quién arribó a Guayaquil, a inicios de mayo de 1821, al mando de un importante contingente colombiano, para iniciar la campaña militar que liberaría a Quito de la presencia de los españoles en su tierra.

Vino en calidad de enviado especial del General Simón Bolívar, presidente de Colombia, y apenas desembarcó en Santa Elena, junto con sus 700 soldados de los batallones Albión, Santander y el Escuadrón Guías, organizó su cuartel general en El Morro y fue a presentarse a las autoridades guayaquileñas.

Era un joven oficial de 26 años que cumplía su primera comisión como comandante superior de una fuerza. Tenía también como misión, la de negociar con las autoridades de Guayaquil la financiación de su ejército, así como la de impedir, o al menos, de postergar la decisión de formar parte de “…unirse a la grande asociación que le convenga de las que se han de formar en la América del Sur”, tal como rezaba el artículo 2 del Reglamento de la Provincia Libre de Guayaquil, aprobado el día 11 de noviembre de 1.820.

Conocedor de la situación, Sucre supo desplegar su tacto y amabilidad diplomática, en beneficio de la causa de Colombia.
Si bien, en las primeras escaramuzas guerreras de Coné en Yahuachi, el ejército de Sucre resultó vencedor, posteriormente en Huachi, cerca de Ambato, el 12 de septiembre fue derrotado y debió retirarse a Guayaquil para iniciar de nuevo la campaña.

INICIA LA CAMPAÑA DEL SUR

Será el 22 de enero de 1.822, cuando, en realidad, se inicia la gran Campaña del Sur que habría de terminar en las faldas del Pichincha, el 24 de mayo de ese año, con la liberación de Quito.

Tras salir de Samborondón, la División colombiana se dirigió a la serranía por la ruta Guayaquil, Naranjal, Puerto Bolívar, Machala, Pasaje, Yulug, Oña y Saraguro, a donde había planificado llegar el 10 de febrero para reunirse con la División peruana que, generosamente, San Martín le había cedido para esta campaña. El General Andrés de Santa Cruz, comandante peruano había salido de Piura el 15 de enero, llegando a Loja el 2 de febrero.

El 7 de febrero se juntaron las dos divisiones e iniciaron su marcha hacia Quito.

Sucre y su ejército llegaron a Cuenca, el 21 de febrero de 1822, y ocuparon la ciudad sin necesidad de disparar un solo tiro, porque los españoles la habían abandonado días antes. Este hecho modificó los planes de Sucre, quién decidió que, antes de avanzar hacia el norte, debía conocer la ubicación exacta de las fuerzas realistas, así como su parque y su numerario.

IA FORJAR EL FUTURO

Mientras le llegaban estas noticias, Sucre desplegó, en Cuenca, otras funciones, tanto o más importantes que las de comandar su ejército y planificar la estrategia militar. Debía financiar todos los ítems que una guerra demanda y, sobre todo, conquistar a los habitantes de esta zona para que se sintieran protegidos por su ejército y comprendieran las diferencias y bondades del sistema republicano, frente al monárquico en el que habían permanecido durante la Colonia. Uno de los aspectos más importantes era el de la Justicia. La convivencia civilizada debía estar bajo el imperio de la Ley y la administración de Justicia debía ser pulcra y honrada para que todos creyeran en ella.


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LA JUSTICIA

Por eso, el 20 de marzo de 1.821, el General Sucre, en Cuenca, emite un decreto para reorganizar la Función judicial, paso fundamental para la pacificación de los territorios que venían siendo liberados por su ejército.

“Teniendo en consideración las necesidades de un Tribunal de Justicia, en donde los ciudadanos de estas provincias eleven sus quejas, y reparen los agravios que en sus determinaciones imponen los jueces inferiores; atendiendo a que la Corte Superior de Justicia determinada por el Art. 89 del Reglamento del 12 de octubre del año 21 para el Departamento de Quito, residiendo en Popayán, se halla a una distancia inmensa por la única comunicación que existe, estando las demás interrumpidas por el enemigo; y hallándome autorizado por S. E. el Libertador Presidente, por sus instrucciones de enero pasado, para organizar las provincias que se vayan liberando en el sur de la República del modo que sea más conveniente al país, cuando las instituciones de Colombia no les sean adaptables por las circunstancias, he decretado:

1º. No habiendo actualmente en esta provincia suficiente número de letrados para formar una Corte Superior de Justicia en los términos de la Ley, se establecerá en esta ciudad, por ahora, una Corte de Justicia compuesta por tres ministros y un fiscal.

2º. Las facultades de esta corte serán las designadas en el citado reglamento del 12 de octubre de 1921, relativas al conocimiento de causas ciertas y criminales. Bicentenario de la Independencia de Cuenca 267

3º. La jurisdicción de esta Corte comprende el territorio desde los límites de la República en el sur hacia los pueblos hacia Quito que se vayan liberando.

4º. Ocupada la capital de Quito e instalada en ella la corte superior del Distrito del sur, conforme a la Ley, cesará en sus funciones la que establece este decreto.

5º. Los ministros de la Corte de Justicia serán los señores doctor Salvador Pedroza, doctor José Mejía Lequerica, doctor Miguel Malo y el Fiscal el doctor Agustín Celi.

El día en que se posesionarían los miembros de la flamante Corte para iniciar sus funciones, ante el auditorio reunido en el auditorio, dio un sentido discurso que debe ser recordado. «Señores:» Al entrar en este recinto augusto de donde la justicia va a extender su mano benéfica hacia la provincia que la República ha encargado a mi dirección, yo siento en mi alma el alto respeto que inspiran el honor y las leyes a los ciudadanos a quienes la suerte ha puesto en sus manos la espada que defienda la inocencia y la Patria.

Contemplando que hoy existe en Cuenca un Tribunal en el que el poder encuentra un dique contra el abuso de autoridad, me hallo como transportado cerca del altar de la Justicia, y tributándole, con este homenaje, los deberes de un jefe republicano hacia los pueblos que manda para procurarles su bien y su dicha; mi corazón está más satisfecho, que si me hallase en el momento colocado en el templo de la victoria. Señores ministros: el depósito que Colombia os confía es un sagrado depósito. Delante de Dios y de los hombres tenéis la responsabilidad inmensa de administrarlo, pero él os procura una gratitud si la justicia y la imparcialidad os guían siempre. Recordad, señores, que el Código de Colombia que os ha entregado la aplicación de las leyes ha costado a la República doce años de sangre y de sacrificios, sobre los cuales se ha levantado la igualdad y la libertad. Recordad siempre que este Código inviolable hace unos mismos delante de vosotros, los derechos del más desventurado y del más favorecido ciudadano.”


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Luego del triunfo en el Pichincha, varias otras Cortes de Justicia serían creadas en nuestro territorio, todas, bajo la visión del General Sucre, quien debe ser reconocido, no solo como el guerrero que comandó el mayor número de batallas en nuestro territorio, sino también como un excepcional diplomático, pulcro administrador de los escasos recursos que sostuvieron los años de guerra y como el ciudadano ilustrado y visionario que era, que forjó la institucionalidad que empezó a funcionar tras la libertad.

SEMBLANZA DE SUCRE

Simón Bolívar, definió a Sucre de la siguiente manera: “Sirvió al Estado Mayor General del ejército de Oriente desde el año 1814 hasta el de 1817, siempre con aquel celo, talento y modestia que lo había distinguido tanto. Era el alma del ejército en el que servía. Él metodizaba todo: él lo dirigía todo, más con esa modestia, con esa gracia que hermosea todo cuanto él ejecuta.

En medio de las combustiones que necesariamente nacen de la guerra y la revolución, Sucre se hallaba frecuentemente de mediador, de consejero, de guía, sin perder nunca de vista la buena causa y el buen camino. Él era azote del desorden y, sin embargo, el amigo de todos”

Fausto Jaramillo Y.