La Ciénaga: hacienda, obraje y mayorazgo

Autor: Manuel Vivanco Riofrío | RS 77


Lo ocurrido en la Hacienda “La Ciénega” ubicada frente al coloso Cotopaxi, desde finales del siglo XVII y más exactamente desde 1695, parece una historia sacada de cualquiera de los principados o marquesados de España, Italia u otros países europeos, en tiempos paralelos. Incluso aquí parece que todo fue más sorprendente y maravilloso, por las aventuras propias del Nuevo Mundo, donde los hechos extraordinarios y la fatalidad eran acontecimientos cotidianos y sus aventuras más impactantes.

Igual que allá en el viejo mundo, con los principados y marquesados; aquí, algunos hacendados ecuatorianos tuvieron títulos traídos de Europa y una nueva nobleza, propia, ganada con el coraje de su trabajo y de sus sueños; eran tiempos de nobles trabajadores que estaban armando un mundo para ser príncipes en ésta, la otra tierra. Los títulos eran recibidos por herencia, por favores que hacían a la corona, por cumplir con honores el servicio militar o, simplemente eran suficientemente ricos como para comprar los que más les apetecía.

Había en las haciendas del Ecuador de entonces duques, marqueses, caballeros o terratenientes millonarios, que tenían contacto cercano con miembros de la corona de España y el Virreinato de Lima. Era entonces el territorio del Ecuador actual, un nuevo país en formación, armado como un rompecabezas inacabado, como una colcha de bregué incompleta, de principados y marquesados criollos, llamadas haciendas.

“La Ciénaga” era uno de esos “marquesados”.

Frente al Cotopaxi
Matheo de la Escalera y Velasco escogió en 1695, la llanura andina de Lasso para levantar los muros de la monumental casona con piedra volcánica, mandó tallar las puertas de la iglesia a mano y sembró eucaliptos en la imponente entrada: era el inicio de una epopeya que luego de trescientos veinte y ocho años, está allí para verla, oírla y contarla. Creó un Mayorazgo (el heredero debía ser el hijo hombre mayor) y un importante Obraje (centro laboral dedicado a la manufactura de textiles) en Pachusala, cerca de la Hacienda. Matheo amasó una inmensa fortuna y un momento dado fue considerado el hombre más acaudalado de la Real Audiencia de Quito. Su hija, María Rosa de la Escalera Muñoz contrajo matrimonio con Gregorio Matheo Villamayor y ella heredó el Mayorazgo en 1720, en circunstancias controversiales, ya que ella tenía un hermano. Su hijo, Gregorio Matheo de la Escalera, vivió en “La Ciénega” con su noble esposa, la española Mariana Aranda Enríquez de Guzmán Ayesa del Ponte, Marquesa de Maenza.

Aunque fueron, Charles Marie de la Condamine, Louis Godin, Joseph Jussieu y Pierre Bouguer (Misión Geodésica , 1736-1743) igual que Alexander Von Humboldt más tarde (1802) cuando se hospedó en La Hacienda devastada por el terremoto de 1797, quienes hicieron conocido este lugar, mientras estudiaban el volcán Cotopaxi, uno de los más altos del mundo que había entrado en actividad después de 200 años de calma.

También la imponente casa hospedó a varios presidentes del Ecuador, como Gabriel García Moreno, Leonidas Plaza Gutiérrez, José María Velasco Ibarra y al primer presidente del nuevo estado del Ecuador, Juan José Flores, quien firmó en este lugar el “Tratado de La Ciénega”.

Hasta aquí, ciertos datos sobresalientes y quizá ya conocidos de la “Hacienda La Ciénega” ; escenario de quince generaciones de vidas de las más distintas posiciones y destinos que podríamos imaginar.

El Marquesado de” Maenza”
El Marquesado de Maenza fue un título nobiliario español de carácter hereditario, concedido el 31 de mayo de 1625, por el rey Felipe IV a favor de Luis de Guzmán y Tassis-Acuña, caballero de Calatrava. Fue el título más antiguo otorgado a un habitante de la entonces Presidencia de Quito, entonces territorio colonial, cuyos beneficiarios tuvieron un destacado papel político y algunos miembros familiares fueron próceres de la independencia del actual Ecuador.

El lugar original de la familia Guzmán habría estado en la ciudad de Sevilla (Andalucía) hasta que en 1707, el sexto marqués, Manuel de Aranda-Guzmán y Loaysa, se trasladó al virreinato del Perú como corregidor de Catacambo. Su hija y heredera del marquesado (con título de antigua nobleza) Mariana de Aranda-Guzmán y Ayesa, se llegó a la ciudad de Quito en 1730, tras su matrimonio con el terrateniente Gregorio Matheu y de la Escalera, (1709-1784) quien impulsó la producción de la hacienda a su más alto nivel. En realidad fue él, la principal figura en el desarrollo de “La Ciénega” de Lasso, Cotopaxi, Ecuador.

Mariana: la niña noble.
Ella, Mariana; era una niña de 13 años de edad cuando su padre la trajo desde España a Lima para exhibir textiles en una importante feria para los territorios de ultramar; cuando, saliendo de misa un domingo por la mañana Gregorio la vio, y se enamoró para siempre. Sus padres pensaban que tal aventurero no era conveniente para una dama española tan joven. Él en su empeño de mostrar quién era y conseguir la aprobación del padre de la joven noble vino a Latacunga donde armó rápidamente una comitiva de cien sirvientes, llevó sus títulos y organizó una gran fiesta en Lima para demostrar su fortuna y abolengo: los padres de Mariana terminaron por aceptar el matrimonio en 1730, con la condición de que viviera en Lima. Se quedaron allí un tiempo y Gregorio para demostrar más sus cualidades de líder irrefrenable y que consigue todo lo que se propone, llegó a ser alcalde de Lima en 1732. Debieron regresar a Lasso dos años más tarde porque los negocios en “La Ciénega” se iban a pique; algunos incluso han dicho que la situación era catastrófica; tanto que su padre entró a un convento luego de la muerte de su esposa.



El valeroso Gregorio.
Gregorio debió salir exiliado en 1747, a Madrid, por diferencias políticas con el Gobernador de Quito; donde disfrutó de los placeres palaciegos; fue miembro de la Orden de los Caballeros de Calatrava, viajó a París donde también disfrutó y terminó comprando muchos instrumentos científicos animado por las proezas de Charles Marie de la Condamine quien le habría asegurado que desde “La Ciénega” podría admirar todo el Universo. Hasta que su esposa que se había quedado en la Hacienda cuidando de su familia, y a cargo de la frenética actividad agrícola y manufacturera, logró una inusual orden real para que él retorne a su vida conyugal en 1753, orden que la que cumplió un año más tarde .

El terremoto de 1775
A su regreso a “La Ciénega” Gregorio Matheu y de La Escalera refaccionó la edificación para darle la imagen de un palacio europeo; y trajo de España, Francia e Italia pinturas, muebles, libros, incluso sofisticados equipos para el observatorio astronómico que corona la gran casona. En 1775, vino el gran terremoto que destruyó casi todo y Gregorio debió salir nuevamente a exiliarse en otro lugar; ésta vez en un lugar más humilde: en una cabaña de madera junto al río Babahoyo. Murió en 1784, luego de haber gastado casi toda su fortuna. Gregorio III primer hijo de Mariana no pudo heredar el Mayorazgo porque no calificaba para el enorme desafío. Fue desheredado. El segundo hijo Manuel, tampoco pudo ser reconocido como sucesor legal y murió antes que su madre, en 1766. El último de los hijos de Gregorio y Mariana, Juan José Matheu Herrera finalmente heredó la Hacienda en 1795, cuando aún era menor de edad y se había comprometido en matrimonio en 1803, con Felipa, la hija del Presidente de la Real Audiencia de Quito, el Barón de Carondelet.

Hacienda Presidencial.
El presente relato podría alargarse bastante más; pero el espacio es limitado para narrar las aventuras y percances ocurridos en éste idílico lugar; donde el amor, la ciencia, la agricultura, las manufacturas, los trabajadores, la aristocracia y las circunstancias políticas, han ido tejiendo la realidad de éste retazo del país, de un pequeño mundo, en los pasados casi cuatro siglos .
Podría terminar indicando que en algún momento heredó la Hacienda, Manuel Ascázubi y Matheo, quien llegó a ser vicepresidente del ya establecido Ecuador y encargado de la Presidencia por cerca de un año, en 1850. Posteriormente, su historia sigue los mismos matices de su turbulento y grandioso pasado.