¿Indigenado Perdido?: Organización y Financiación

El movimiento indígena ha sobrevivido más de quinientos años que han transcurrido desde los legendarios días del Tahuantinsuyo; pero para lograrlo han debido recurrir a estrategias muy diversas, entre ellas la del silencio.

Apartados de la vida política y social desde inicios de la colonia, aguatando condiciones de extrema pobreza y feroz exclusión lograron resistir al estado imperial español. Luego, tras los procesos independentistas, cuando se formaron varios países, los indígenas continuaron alejados de los centros del poder.

En el siglo XX se dieron los primeros pasos para lograr su inclusión. Las leyes de Reforma Agraria les devolvieron la propiedad de la tierra y, por ende, fueron sujetos de crédito. Unos pocos lograron, con ello, salir de la pobreza extrema e iniciar el camino de su progreso económico y acercarse a la educación Hoy podemos apreciar una activa presencia de indígenas en la vida económica del país: dueños de cooperativas de ahorro y crédito, accionistas bancarios, emprendedores industriales y activos y audaces negociantes.

Claro, no toda su población ha logrado estos éxitos. Existe, hasta el día de hoy, una gran porción de indígenas que viven en precarias condiciones de la agricultura de subsistencia, con unos pocos animales en sus chacras, y con la ayuda de bonos que les entrega el gobierno, que apenas les permite sobrevivir.

La Conaie ha debido trabajar en ese entramado social y para ello ha requerido una fuerte y muy sofisticada organización administrativa, identificando a los miembros de todas y cada una de las comunidades, con nombres, apellidos, registros de sus propiedades y de sus requerimientos.

INFORMACIÓN

Hay testimonios de que la dirigencia controla a cada familia, sabe el número de integrantes, los que pueden acudir a sus llamados, y cuando se trata de movilizaciones, sabe con quienes cuenta, cuanto es el número de convocados, sus habilidades, sus misiones y sus debilidades. Con esa información pueden tomar decisiones que no siempre son del agrado del gobierno y de la sociedad no indígena.

Para lograr tan alto nivel de organización, este movimiento social, requiere que sus miembros tengan un alto sentido de pertenencia a la agrupación, una confianza ciega e ilimitada hacia sus dirigentes y sobre todo un esquema de control e información para facilitar el diseño de planes y estrategias, funcionales al logro de sus objetivos.

FINANCIACIÓN

El actual presidente de la CONAIE calificó como “irresponsables” a las autoridades gubernamentales que han afirmado que el paro nacional indefinido está financiado con recursos del narcotráfico.

Con un gesto de pena e indignación, como corresponde a estas circunstancias, Leónidas Iza, salió a desmentir viarios pronunciamientos de autoridades gubernamentales que, en días anteriores denunciaron que dinero del narcotráfico se había infiltrado en el movimiento indígena para financiar sus violentas actividades.

En realidad, los denunciantes no presentaron evidencias que respalden sus palabras; pero, tampoco la CONAIE ha demostrado la falsedad de aquellas, limitándose a protestar contra quienes así lo afirmaron.

Saber cómo se financia la CONAIE no es un ejercicio de curiosidad morbosa, tampoco se trata de sospechas enfermizas.

En momentos en que el país sufre una de las peores crisis de violencia delincuencial, en la que las estadísticas muestran que más del 70% de los asesinados por sicariato en la zona 8, correspondiente a Guayaquil, Durán y San Borondón, corresponden personas con antecedentes delincuenciales ligados al narcotráfico, comprobar que el paro de actividades convocado por la organización indígena, y que ya lleva varios días sin visos de solución, por el contrario, la dirigencia proclama que se trata de un paro indefinido, sería un ejercicio de democracia y transparencia. Las alarmas están encendidas, no solo por las pérdidas económicas que se derivan de esta acción, sino porque estos paros requieren una gran financiación que permita la movilización de un alto número de campesinos a la ciudad, de materiales de lucha (pancartas, palos, piedras, explosivos, cohetería, etc.) y vituallas, alojamiento y alimentación de más de 20.000 personas que abandonen sus actividades agrícolas y ganaderas, para vivir temporalmente en la capital.
Autor: Fausto Jaramillo