¿De dónde viene el dinero que financia las manifestaciones?

¿Cuánto fue el dinero que llegó a las arcas de la organización? No se sabe, pero es de sospechar que muchísimo, pues, en aquellos primeros años, la moneda de circulación en el Ecuador era el Sucre, y los envíos venían en dólares y en euros.

De acuerdo con la cosmovisión cultural de los pueblos andinos, la solidaridad y la pertenencia a su comunidad es un elemento consustancial, tanto que hasta en su lengua, la palabra Ñuca define al yo, mientras que Ñukankhic, que debería ser el plural, es decir, nosotros, tiene otra connotación: la de la perdida de la individualidad para dar paso a la pertenencia a su pueblo, y por lo tanto, no debería sorprender que cada uno de los miembros de la comunidad aportara, desde sus inicios y de acuerdo a sus posibilidades para la subsistencia de la organización. Luego, cuando las demandas aumentaron, varias organizaciones no gubernamentales europeas y norteamericanas que habían mirado con simpatía el surgimiento del movimiento indígena, se ofrecieron a ayudarles económicamente y con becas de estudios a las que acudieron jóvenes hombres y mujeres de las diferentes nacionalidades y pueblos.

Por supuesto que la ayuda de estas ONG´s también llegaría en forma de vehículos y equipos de comunicación de última tecnología y los jóvenes pertenecientes al movimiento se apresuraron en aprender su funcionamiento. Posteriormente arribaron al país las modernas computadoras que cumplirían un papel fundamental en la organización interna de la CONAIE y en la administración de sus recursos humanos, económicos y de comunicación.

Para mantener en funcionamiento esa infraestructura tecnológica y de movilización también se requiere grandes sumas de dinero, pues, su instalación se debe hacer en centros adecuados para ello junto con el pago al personal que labora en ellos.

Nunca lo dirán, peor aún aceptarán, pero la administración de dichos recursos se constituyó en una manzana de la discordia. Ante el exterior, el movimiento indígena aparecía y aparece sólido y unido, pero al interior tiene sus fisuras por las ambiciones de determinados líderes.
Varios analistas políticos y autoridades gubernamentales vienen apuntando con sus expresiones que la financiación de estos paros proviene de fuentes externas de la organización.

Para ello señalan que los costos de movilización y transporte de un gran contingente de personas, alrededor de 20.000 personas; el costo de mantenimiento: alimentos, bebidas, medicinas, etc., de tan alto número de personas en otras ciudades o puntos del país, distante de sus lugares de vivienda, los materiales propios de una protesta social: pancartas, carteles, cohetería, aparatos de comunicación, teléfonos celulares, satelitales; a más de toda la parafernalia de jefes y subjefes, de comandos especiales y especializados, agentes de información, etcétera, es extremadamente alto y los aportes individuales de los comuneros no cubren ni siquiera un día de protesta.

Aquí nace la sospecha de que el financiamiento proviene de otras fuerzas políticas que no quieren aparecer en los actos, a veces, vandálicos y violentos de estas manifestaciones, pero que buscan apropiarse de los logros.

Si bien no podemos descartar la veracidad de estas sospechas, no es menos cierto que tampoco estas escondidas fuerzas invertirían tan alta cantidad de dinero sin las garantías de alcanzar algún éxito y, por eso, sus inversiones más bien apuntan a actos puntuales donde pueden recoger ciertos logros. Por ejemplo, el ataque a la Contraloría en el 2.019 o los dos días de ataques a la Fiscalía en las actuales manifestaciones.

Es entonces que las miradas acusadoras se dirigen al narcotráfico y a la minería ilegal, dos sectores perseguidos por el gobierno y que, con el triunfo de las manifestaciones obtendrían enormes réditos.

Hace ya años que estos dos sectores vienen contaminando la política ecuatoriana, financiando campañas electorales, como cuando, gracias a la filtración de un video del “Mono Jojoy” uno de los líderes de la guerrilla colombiana de las FARC, se supo que ésta había aportado con cientos de miles de dólares para la campaña electoral del Econ. Correa, pero claro que no aclaró las condiciones para tan generosa contribución.

También la narcoguerrilla ha comprado consciencias de oficiales y tropa de las fuerzas de seguridad encargadas, precisamente, del control de estas actividades ilícitas, por lo que no puede descartarse que, en defensa de sus intereses, financien estos paros.

En los últimos meses, la minería ilegal ha sido señalada como, uno más, de los sectores que financian a estos movimientos políticos, porque sus intereses chocan con los controles que ejercen las autoridades gubernamentales.

En síntesis, el conocer los detalles de la financiación de estos paros y desmanes políticos es una necesidad para diferenciar las verdaderas necesidades de la población de las oscuras y protervas ambiciones de políticos sin sentido de patria y de los capos de mafias delincuenciales.

Por eso, responder, como hizo Leónidas Iza a la acusación del financiamiento externo de las protestas con un “Levanten mano los compañeros que están financiados por el narcotráfico” es una respuesta infantil y manipuladora que no convence a nadie y solo consigue que el movimiento indígena pierda la simpatía y confianza que en sus inicios había sido parte de sus haberes.

Autor: Fausto Jaramillo